viernes, enero 19, 2007

Fidel Castro: Puede ocurrir más de una revolución en América Latina, entrevista de Ignacio Ramonet

Capítulo 24 del libro "Cien horas con Fidel"
Ignacio Ramonet

•El subcomandante Marcos • Las luchas de los indígenas • Evo Morales • Hugo Chávez y Venezuela • El golpe de Estado contra Chávez • Militares progresistas • Kirchner y el símbolo argentino • Lula y Brasil

Comandante, quiero hacerle una pregunta sobre el subcomandante Marcos. En enero de 2004 se cumplieron diez años de la irrupción de los zapatistas en Chiapas en ocasión de la entrada en vi­­gor del Tratado de Libre Comercio de Méxi­co con Estados Unidos y Canadá. Me gus­taría saber lo que usted piensa de esa personalidad tan particular y que tan po­pular se ha hecho en el seno del movimiento altermundialización. ¿Lo conoce usted, ha leído sus textos?

Yo no puedo juzgarlo, pero sí leí algunos materiales de usted sobre Marcos1 y lo que de él se dice es realmente muy interesante, ayuda a comprender su personalidad, incluso por qué se asignó ese grado de "subcomandante". Antes to­dos los que en América Latina andaban en guerras o en campañas eran generales. Desde la Revolución Cubana se estableció una costumbre, que los jefes eran "comandantes". Ése es el grado que yo traía en el "Granma". Como era jefe de un pequeño Ejército Rebelde, y en la Sierra te­níamos que asumir una organización militar, no podíamos decir "secretario general de la columna guerrillera". Así adquirí el calificativo de "Comandante en Jefe". Comandante era el grado más modesto en el ejército tradicional y tenía una ventaja, que se le podía añadir lo de jefe, efectivamente.

Nunca más, desde aquella época, ningún movimiento revolucionario utilizó ya el título de general. Sin embargo, Mar­cos utilizó el de subcomandante. Yo nunca lo había entendido bien, lo vi como una ex­presión de modestia.

Sí, él dice: "El comandante es el pueblo; yo soy el subcomandante, porque estoy a las órdenes del pueblo."

Hay que explicarlo: él es el subcomandante del comandante pueblo. Muy bien. Por ese libro de usted sobre conversaciones con él, supe de muchos detalles, ideas, concepciones suyas, su lucha por la causa indígena. Lo leí con mucho respeto, y me alegré de poder contar con una información de ese tipo sobre su personalidad y la situación en Chiapas.

Hubo audacia, sin duda, cuando luego hizo aquel viaje. Es discutido si fue co­rrecto o no hacerlo, pero de todas formas lo he seguido con mucho interés.

Usted se refiere a la "marcha por la paz" sobre México que Marcos hizo en abril del 2001.2

Sí. Con mucho interés he observado todo, veo en Marcos integridad, es indiscutible que se trata de un hombre de integridad, concepto, talento. Es un intelectual, sea o no la persona con la que lo identificaban cuando se conocía poco de él. No estoy suficientemente informado, pero eso no tiene importancia; lo que importa son las ideas, la constancia, los conocimientos de un combatiente revolucionario.

Me explico que puede surgir un Marcos, dos, cien, porque conozco, he tenido conciencia de la situación en que viven los pueblos indígenas a lo largo de siglos; la he conocido por Bolivia, Ecua­dor, Perú y otros países. Y le digo que siento sincera simpatía política, humana y revolucionaria por los pueblos indígenas de nuestro hemisferio.

¿Usted sigue con interés el combate de los pueblos indígenas en América Latina?

Con mucho interés. Como usted sabe, yo era muy amigo del pintor Guayasamín. Sentía gran admiración por él, con quien conversé mucho, y me habló muy a me­nudo de los problemas y de las tragedias de los indios. Además, por lo que uno co­noce de la historia, existió un genocidio de siglos, pero va apareciendo ya una mayor conciencia. Y la lucha de Marcos y de los indios de México es un testimonio más de combatividad.

Es lo que puedo decirle respecto a Marcos. Observamos, con mucho respeto, la línea que sigue, como respetamos la línea de cada organización, de cada partido progresista, de cada partido democrático. No he tenido oportunidad, nunca ha habido la posibilidad de una conversación personal con Marcos, no lo conozco personalmente, lo conozco sólo por todas las noticias y referencias que de él he leído, y sé también de muchas personas, en­tre ellas muchos intelectuales, que sienten gran admiración por él.

En Ecuador también hay un movimiento indígena fuerte, ¿verdad?

Admiro, cómo no, la organización de los indios en Ecuador, la Confederación de Nacionalidades Indígenas [CONAI] y Pachakutik [Nuestra Tierra], su organización social, su organización política y sus líderes, tanto hombres como mujeres. He conocido a dirigentes muy valiosos también en Bolivia, donde hay una combatividad formidable, y conozco al líder principal boliviano, que es hoy Evo Morales, un hombre destacado, una persona muy sobresaliente.

Me imagino que se alegraría usted de la victoria de Evo Morales en la elección presidencial de Bolivia, el 18 de diciembre de 2005.

Mucho. Esa elección, contundente, in­discutible, conmovió al mundo, por ser la primera vez que es escogido un presidente indígena en Bolivia, lo cual es extraordinario. Evo posee todas las cualidades para dirigir a su país y a su pueblo en esta hora difícil que no se parece a ninguna otra.

Ubicada en el corazón de América, Bolivia toma su nombre del Libertador Simón Bolívar. Su primer gobernante fue el mariscal Antonio José de Sucre. Es un país rico por sus gentes y su subsuelo, pero hoy clasifica como la nación más pobre de la región, con una población de casi nueve millones de habitantes, distribuidos por un territorio esencialmente montañoso de más de un millón de kilómetros cuadrados.

Ése es el marco y, en ese marco, Evo Morales se proyecta hacia el futuro co­mo una esperanza para la mayoría de su pueblo. Encarna la confirmación de la quiebra del sistema político aplicado tradicionalmente en la región, y la determinación de las grandes masas de conquistar la verdadera independencia. Su elección es la expresión de que el mapa político de América Latina está cambiando. Nuevos aires soplan en es­te hemisferio.

Inicialmente no había seguridad sobre la ventaja que tendría Evo en la elección del 18 de diciembre, y existía preocupación porque podían producirse manipulaciones en el Congreso. Pero al triunfar con casi el 54 por ciento de los votos ya en la primera vuelta, y ganar también en la Cámara de Diputados, eso eliminó toda clase de polémicas.

Ha sido la elección milagro, la elección que estremeció al mundo, que estremeció al imperio y al orden insostenible impuesto por Estados Unidos. Demuestra que Washington ya no puede acudir a las dictaduras como en otras épocas, que el imperialismo no tiene los instrumentos de antes, ni puede aplicarlos.

Cuba fue el primer país que visitó Evo Morales, el 30 de diciembre de 2005, justo después de ser elegido presidente, y antes mismo de su toma de posesión el 22 de enero de 2006. ¿Piensa usted que esa visita le ha creado problemas con Washington?

La visita amistosa del hermano Evo, presidente electo de Bolivia, se inserta en el marco de las históricas y profundas relaciones de hermandad y solidaridad entre los pueblos cubano y boliviano. Nadie puede molestarse por eso. Ni tampoco por los acuerdos que se han firmado.3 Son acuerdos por la vida, por la humanidad, no constituyen un delito. No pensamos que lo sea ni siquiera para los norteamericanos. ¿Cómo podría ofenderse el gobierno de Estados Unidos si Cuba ayuda a aumentar la esperanza de vida al nacer de los niños bolivianos? ¿Puede acaso la reducción de la mortalidad in­fantil o la erradicación del analfabetismo ofender a alguien?

¿Cree usted que en otros países latinoamericanos habrá que contar ahora con el componente indígena?

Hay situaciones sociales bastante críticas en tres países, donde hay una gran fuerza y un gran componente indígena: Perú y Ecuador, además de Bolivia. Hay un gran componente también en Guatemala, pero allí el curso ha sido diferente al de los demás países. En cuanto a componente indígena, claro, los mexicanos también tienen bastante. Simplemente puedo decir que, en este hemisferio, se explica perfectamente que haya un Marcos luchando por los derechos de los pueblos indígenas, como puede haber diez, o como puede haber cien. Me impresiona, en particular, la seriedad de los dirigentes indígenas que conozco. Yo he hablado mucho con los ecuatorianos. Ha­blan con seriedad. Inspiran respeto, inspiran confianza, son de una gran integridad. Y en Ecuador, como en Perú y en otros países, habrá que contar con ellos.

Usted ha dicho que siente gran admiración por Hugo Chávez, el presidente de Venezuela.

Bueno sí, ahí tenemos a otro indio, Hugo Chávez, un nuevo indio que es, como él expresa, "mezcla de indio y mestizo"; él realmente dice que un poco de negro, un poco de blanco y un poco de indio. Pero tú estás mirando a Chávez y estás mirando un autóctono hijo de Venezuela, el hijo de esa Venezuela que fue mezcla de razas, con todos los nobles rasgos y un talento excepcional. Yo suelo escuchar sus discursos, y él se siente orgulloso de su origen humilde y de su etnia mezclada, donde hay de todo un poco, principalmente de los que eran indios autóctonos o esclavos traídos de África. Puede ser que tenga algunos genes de blanco, y no es malo; la combinación de las llamadas etnias siempre es buena, enriquece a la humanidad.

¿Usted ha seguido de cerca la evolución de la situación en Venezuela, en particular las tentativas de desestabilización contra el presidente Chávez?

Sí, hemos seguido con mucha atención los acontecimientos. Chávez nos visitó en 1994, nueve meses después de salir de prisión y cuatro años antes de su primera elección como Presidente. Fue muy valiente, porque le reprocharon mucho que viajara a Cuba. Vino y conversamos. Descubrimos a un hombre culto, inteligente, muy progresista, un auténtico bolivariano. Luego ganó las elecciones. Varias veces. Cambió la Constitución. Con un formidable apoyo del pueblo. Los adversarios han tratado de ba­rrerlo mediante golpes de fuerza o golpes económicos. Ha sabido hacer frente a todos los asaltos de la oligarquía y el imperialismo contra el proceso bolivariano.

De Venezuela, en los famosos cuarenta años de la democracia que precedió a Chávez, según cálculos que hemos realizado con la ayuda de los más experimentados cuadros del sistema bancario, de­bieron fugarse al exterior alrededor de 300 mil millones de dólares. Venezuela podía estar más industrializada que Suecia, y su pueblo tener la educación de aquel país si de verdad hubiera existido una democracia distributiva, si esos mecanismos hubieran funcionado, si hubiera algo de cierto y de creíble en toda esa demagogia y su colosal publicidad.

De Venezuela, desde que llegó el gobierno de Chávez al poder hasta que se estableció el control de cambios en enero de 2003, calculamos que se han fugado adicionalmente unos 30 mil millones de dólares. Como planteamos nosotros, todos esos fenómenos hacen insostenible el orden de cosas existente en nuestro hemisferio.

El 11 de abril del 2002 hubo un golpe de Estado en Caracas contra Chávez. ¿Si­guió usted aquellos acontecimientos?

Cuando al mediodía del 11 de abril vimos que la manifestación convocada por la oposición había sido desviada por los golpistas y se aproximaba a Miraflores,4 comprendí de inmediato que se acercaban acontecimientos graves. En realidad estábamos observando la marcha a través de Venezolana de Televisión, que to­davía transmitía. Las provocaciones, los tiros, las víctimas, se sucedieron casi de inmediato. Minutos después se cortan las transmisiones de Venezolana de Televisión. Las noticias comenzaron a llegar fragmentadas y por diversas vías. Supimos que algunos altos oficiales se pronunciaron públicamente contra el Presidente. Se afirmaba que la guarnición presidencial se había retirado, y que el ejército atacaría el Palacio de Miraflores. Algunas personalidades venezolanas estaban llamando por vía telefónica a sus amigos en Cuba para despedirse, pues estaban dispuestos a resistir y morir; ha­blaban concretamente de inmolación.

Yo estaba reunido esa noche en una sala del Palacio de las Convenciones con el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros. Desde el mediodía se encontraba conmigo una delegación oficial del País Vasco, presidida por el Lehendakari, que había sido invitada a un almuerzo cuando nadie imaginaba lo que iba a ocurrir ese trágico día. Fueron testigos de los acontecimientos entre la 1:00 y las 5:00 p.m. del 11 de abril.

Desde temprano en la tarde estaba tratando de comunicarme telefónicamente con el Presidente venezolano. ¡Era imposible! Después de medianoche, a las 12:38 de la noche del 12 de abril, recibo noticias de que Chávez está al teléfono.

Le pregunto sobre la situación en ese instante. Me responde: "Aquí estamos en el Palacio atrincherados. Hemos perdido la fuerza militar que podía decidir. Nos quitaron la señal de televisión. Es­toy sin fuerzas que mover y analizando la situación." Le pregunto rápido: "¿Qué fuerzas tienes ahí?"

"De 200 a 300 hombres muy agotados."

"¿Tanques tienes?", le pregunto.

"No, había tanques y los retiraron a sus cuarteles."

Vuelvo a preguntarle: "¿Con qué otras fuerzas cuentas?"

Y me responde: "Hay otras que están lejanas, pero no tengo comunicación con ellos." Se refiere al general Raúl Isaías Baduel y a los paracaidistas, la División Blindada y otras fuerzas, pero ha perdido toda comunicación con esas unidades bolivarianas y leales.

Con mucha delicadeza, le digo: "¿Me permites expresar una opinión?" Me contesta: "Sí."

Le añado con el acento más persuasivo posible: "Pon las condiciones de un trato honorable y digno, y preserva la vida de los hombres que tienes, que son los hombres más leales. No los sacrifiques, ni te sacrifiques tú."

Me responde con emoción: "Están dispuestos a morir todos aquí."

Sin perder un segundo le añado: "Yo lo sé, pero creo que puedo pensar con más serenidad que lo que puedes tú en este momento. No renuncies, exige condiciones honorables y garantizadas para que no seas víctima de una felonía, porque pienso que debes preservarte. Además, tienes un deber con tus compañeros. ¡No te inmoles!"

Yo tenía muy presente la profunda diferencia entre la situación de Allende el 11 de septiembre de 1973 y la situación de Chávez aquel 12 de abril del 2002. Allende no tenía un solo soldado. Chávez contaba con una gran parte de los soldados y oficiales del ejército, especialmente los más jóvenes.

"¡No dimitas! ¡No renuncies!", le reiteré.

Hablamos de otros temas: la forma en que yo pensaba que debía salir provisionalmente del país, comunicarse con algún militar que tuviera realmente autoridad en las filas golpistas, plantearle su disposición a salir del país, pero no a renunciar. Desde Cuba trataríamos de movilizar al Cuerpo Diplomático en nuestro país y en Venezuela, enviaríamos dos aviones con nuestro Canciller y un grupo de diplomáticos a recogerlo. Lo pensó unos segundos, y finalmente aceptó mi proposición. Todo dependería ahora del jefe militar enemigo.

En la entrevista realizada por los autores del libro Chávez nuestro a José Vi­cente Rangel, entonces Ministro de Defensa y actual Vicepresidente, quien estaba junto a Chávez en ese momento, se puede leer textualmente: "La llamada de Fidel fue decisiva para que no hubiera inmolación. Fue determinante. Su consejo nos permitió ver mejor en la oscuridad. Nos ayudó mucho."

¿Usted lo estaba alentando a resistir con las armas en la mano?

No, al contrario. Eso fue lo que hizo Allende, a mi juicio de forma correcta en aquellas condiciones, y lo pagó heroicamente con su vida, como había prometido.

Chávez tenía tres alternativas: atrincherarse en Miraflores y resistir hasta la muerte; salir del Palacio e intentar reunirse con el pueblo para desencadenar una resistencia nacional, con ínfimas posibilidades de éxito en aquellas circunstancias; o salir del país sin renunciar ni dimitir para reanudar la lucha con perspectivas reales y rápidas de éxito. Nosotros sugerimos la tercera.

Mis palabras finales para convencerlo en aquella conversación telefónica fueron en esencia: "Salva a esos hombres tan valiosos que están contigo en esa batalla innecesaria ahora." La idea partía de la convicción de que un dirigente popular y carismático como Chávez, derrocado de esa forma traicionera en aquellas circunstancias, si no lo matan, el pueblo —en este caso con el apoyo de lo mejor de sus Fuerzas Armadas— lo reclamaría con mucha mayor fuerza, y sería inevitable su regreso. Por eso asu­mí la responsabilidad de proponerle lo que le propuse.

En ese instante preciso, cuando existía la alternativa real de un regreso victorioso y rápido, no cabía la consigna de morir combatiendo, como muy bien hizo Salvador Allende. Y ese regreso victorioso fue lo que ocurrió, aunque mucho antes de lo que yo podía imaginarme.

¿Ustedes, en ese momento, trataron de ayudar de alguna manera a Chávez?

Bueno, nosotros en ese instante sólo podíamos actuar usando los recursos de la diplomacia. Convocamos en plena madrugada a todos los embajadores acreditados en La Habana y les propusimos que acompañaran a Felipe [Pérez Ro­que], nuestro Ministro de Relaciones Exteriores, a Caracas para pacíficamente rescatar vivo a Chávez, presidente legítimo de Venezuela.

Yo no albergaba la menor duda de que Chávez, en muy poco tiempo, estaría de regreso en hombros del pueblo y de las tropas. Ahora, había que preservarlo de la muerte.

Propusimos enviar dos aviones para traerlo en caso de que los golpistas decidieran aceptar su salida. Pero el jefe militar golpista rechazó la fórmula, comunicándole además que sería sometido a consejo de guerra. Chávez se puso su uniforme de paracaidista y acompañado solamente por su fiel ayudante, Jesús Suárez Chourio, se dirigió al fuerte Tiuna, jefatura y puesto de mando militar del golpe.

Cuando volví a llamarlo, dos horas después, como acordé con él, Chávez había sido hecho prisionero por los militares golpistas y se había perdido toda comunicación con él. La televisión difundía una y otra vez la noticia de su "dimisión" para desmovilizar a sus partidarios y a todo el pueblo.

Horas después, ya en pleno día 12 de abril, en un momento se las arregla para realizar una llamada telefónica, y habla con su hija María Gabriela. Le afirma que no ha dimitido, que es un "presidente prisionero". Le pide que me lo comunique para que yo lo informe al mundo.

La hija me llama de inmediato el 12 de abril, a las 10:02 de la mañana, y me transmite las palabras de su padre. Le pregunto de inmediato: "¿Tú estarías dispuesta a informarlo al mundo con tus propias palabras?" "¿Qué no haría yo por mi padre?", me responde con esa precisa, admirable y decidida frase.

Sin perder un segundo, me comunico con Randy Alonso, periodista y director de la "Mesa Redonda", conocido programa de televisión. Con teléfono y grabadora en mano, Randy llama al celular que me dio María Gabriela. Eran casi las 11:00 de la mañana. Se graban las palabras claras, sentidas y persuasivas de la hija que, transcritas de inmediato, se entregan a las agencias cablegráficas acreditadas en Cuba y se transmiten por el Noticiero Nacional de Televisión a las 12:40 del 12 de abril del 2002, en la propia voz de Gabriela. La cinta se había entregado igualmente a las televisoras internacionales acreditadas en Cuba. La CNN desde Venezuela transmitía con fruición las noticias de fuentes golpistas; su reportera en La Habana, en cambio, divulgó rápidamente desde Cuba, al mediodía, las palabras esclarecedoras de María Gabriela.

Y eso, ¿qué consecuencias tuvo?

Bueno, eso lo escucharon millones de venezolanos, mayoritariamente antigolpistas, y los militares fieles a Chávez, a los que se trató de confundir y paralizar con las mentiras descaradas de la supuesta renuncia.

En horas de la noche, a las 11:15, llama de nuevo María Gabriela. Su voz tenía acento trágico. No la dejo terminar sus primeras palabras y le pregunto: "¿Qué ha ocurrido?" Me responde: "A mi padre lo han trasladado de noche, en un helicóptero, con rumbo desconocido." "Rápido", le digo, "en unos minutos hay que denunciarlo con tu propia voz."

Randy estaba conmigo, en una reunión sobre los programas de la Batalla de Ideas con dirigentes de la Juventud y otros cuadros; tenía consigo la grabadora, y de inmediato se repite la historia del mediodía. La opinión venezolana y el mundo estarían así informados del extraño traslado nocturno de Chávez con rumbo desconocido. Esto ocurre entre la noche del 12 y la madrugada del 13.

El sábado 13, bien temprano, estaba convocada una Tribuna Abierta en Güira de Melena, un municipio de la provincia de La Habana. De regreso a la oficina, antes de las 10:00 de la mañana, llama María Gabriela. Comunica que "los pa­dres de Chávez están inquietos", quieren ha­blar conmigo desde Barinas, desean ha­cer una declaración.

Le informo que un cable de una agencia de prensa internacional comunica que Chávez ha sido trasladado a Turia­mo, puesto naval en Aragua, en la costa nor­te de Venezuela. Le expreso el criterio de que por el tipo de información y detalles, la noticia parece verídica. Le recomiendo indagar lo más posible. Me añade que el general Lucas Rincón, Inspector General de las Fuerzas Armadas, quiere hablar con­migo, y desea igualmente hacer una declaración pública.

La madre y el padre de Chávez hablan conmigo: todo normal en el estado de Ba­ri­nas. Me informa la madre de Chávez que el jefe militar de la guarnición acababa de hablar con su esposo, Hugo de los Reyes Chávez, el Gobernador de Barinas y padre de Chávez. Les transmito el máximo de tranquilidad posible.

También se comunica el Alcalde de Sabaneta, el pueblo donde nació Chávez, en Barinas. Quiere hacer una declaración. Cuenta de paso que todas las guarniciones son leales. Es perceptible su gran optimismo.

Hablo con Lucas Rincón. Afirma que la Brigada de Paracaidistas, la División Blin­dada y la base de cazabombarderos F-16 están contra el golpe y listas para ac­tuar. Me atreví a sugerirle que hiciera to­do lo po­sible por buscar la solución sin combates entre militares. Obviamente el gol­pe estaba derrotado. No hubo declaración del Inspector General, porque la co­municación se interrumpe, y no pudo res­tablecerse.

Minutos después, llama de nuevo Ma­ría Gabriela: me dice que el general Ba­duel, jefe de la Brigada de Para­cai­distas, necesita comunicarse conmigo, y que las fuerzas leales de Maracay desean hacer una declaración al pueblo de Venezuela y a la opinión internacional.

Un insaciable deseo de noticias me lleva a preguntarle a Baduel tres o cuatro detalles sobre la situación, antes de proseguir el diálogo. Satisface mi curiosi­dad de forma correcta; destilaba combatividad en cada frase. De inmediato le ex­preso: "Todo está listo para su declaración." Me dice: "Espérese un minuto, le paso al general de división Julio García Montoya, secretario permanente del Con­sejo Nacional de Seguridad y Defensa. Ha llegado para ofrecer apoyo a nuestra posición." Este oficial, de más antigüedad que los jóvenes jefes militares de Ma­­racay, no tenía en ese momento mando de tropas.

Baduel, cuya brigada de paracaidistas era uno de los ejes fundamentales de la poderosa fuerza de tanques, infantería blindada y cazabombarderos ubicada en Maracay, estado de Aragua, respetuoso de la jerarquía militar, puso al teléfono al general Montoya. Las palabras de este oficial de alta graduación fueron realmente inteligentes, persuasivas y adecuadas a la situación. Expresó en esencia que las Fuerzas Armadas venezolanas eran fieles a la Constitución. Con eso lo dijo todo.

Yo me había convertido en una especie de reportero de prensa que recibía y transmitía noticias y mensajes públicos, con el simple uso de un celular y una grabadora en manos de Randy. Era testigo del formidable contragolpe del pueblo y las Fuerzas Armadas Bolivarianas de Venezuela.

La situación en ese momento era excelente. El golpe del 11 de abril no tenía ya la más mínima posibilidad de éxito. Pero un terrible riesgo se cernía todavía sobre el hermano país. La vida de Chávez estaba en gravísimo peligro. Se­cues­trado por los golpistas, a la oligarquía y el imperialismo la persona de Chávez era lo único que les quedaba en sus manos de la aventura fascista. ¿Qué harían con él? ¿Lo asesinarían? ¿Saciarían su sed de odio y venganza contra aquel rebelde y audaz luchador bolivariano, amigo de los pobres, defensor indoblegable de la dignidad y la soberanía de Venezuela? ¿Qué ocurriría si, como en Bogotá, a raíz de la muerte de Gaitán, llegaba al pueblo la noticia del asesinato de Chávez? No se me quitaba de la cabeza la idea de semejante tragedia y sus consecuencias sangrientas y destructivas.

A medida que transcurrían las horas del mediodía, después de las comunicaciones mencionadas, llegaban por todas partes noticias de la indignación y la rebeldía populares. En la ciudad de Caracas, centro principal de los acontecimientos, un mar de pueblo avanzaba por calles y avenidas hacia el Palacio de Miraflores y las instalaciones centrales de los golpistas. En mi desesperación de amigo y hermano del prisionero, mil ideas me pasaban por la mente. ¿Qué podíamos hacer con nuestro pequeño celular? A punto estuve de llamar por mi cuenta al mismísimo general Vázquez Velasco.5 Nunca había hablado con él ni sabía cómo era. Ignoraba si respondería o no, y cómo lo haría. Y para esa singular mi­sión no podía contar con los valiosos servicios de María Gabriela. Lo pensé mejor. A las 4:15 de la tarde llamé a nuestro Embajador en Venezuela, Germán Sánchez. Indagué con él si creía que Vázquez Velasco respondería o no. Me dijo que tal vez sí.

"Llámalo —le pedí—, usa mi nombre, exprésale de parte mía la opinión de que un río de sangre podría correr en Venezuela, derivado de los acontecimientos. Que sólo un hombre podría evitar esos riesgos: Hugo Chávez. Exhórtalo a que lo pongan de inmediato en libertad, para im­pedir ese curso probable de los acontecimientos."

El general Vázquez Velasco respondió la llamada. Afirmó que él tenía en su poder a Chávez y garantizaba su vida, pero que no podía acceder a lo que se le solicitaba. Nuestro Embajador insistió, argumentó, trató de persuadirlo. El General, molesto, interrumpió la comunicación. Col­gó el teléfono.

Llamo de inmediato a María Gabriela y le informo de las palabras de Vázquez Velasco, especialmente lo relacionado con el compromiso de garantizar la vida de Chávez. Le pido que me comunique otra vez con Baduel. A las 4:49 se establece el contacto. Le cuento en detalle el intercambio Germán-Vázquez Velasco. Ex­pre­so mi opinión sobre la importancia de que Vázquez Velasco reconozca que tie­ne en su poder a Chávez. Eran circunstancias propicias para presionarlo al máximo.

En ese momento en Cuba no se sabía con seguridad si Chávez había sido trasladado o no y a qué punto. Se rumoraba hacía horas que el prisionero había sido enviado a la isla de Orchila. Cuando ha­blé con Baduel, casi a las 5:00 de la tar­de, el Jefe de la Brigada seleccionaba los hombres y preparaba los helicópteros que rescatarían al Presidente Chá­vez. Imaginaba cuán difícil sería para Ba­duel y los paracaidistas obtener los datos precisos y exactos para tan delicada misión.

Durante todo el resto del día hasta las 12:00 de la noche del 13, dediqué mi tiempo a la tarea de hablar con cuantas personas podía hacerlo sobre el tema de la vida de Chávez. Y hablé con mu­chos, porque durante esa tarde el pueblo, con el apoyo de jefes y soldados del Ejército, iba controlándolo todo. Ignoro to­davía a qué hora y de qué forma Carmona, el Breve, abandonó el Palacio de Miraflores. Supe que la escolta, bajo la dirección de Chourio y los miembros de la Guardia Presidencial, tenían ya en sus manos y ocupaban los puntos estratégicos del edificio, y Rangel, que se man­tuvo firme todo el tiempo, había vuelto al Ministerio de Defensa.

Incluso llamé por teléfono a Diosdado Cabello7 apenas tomó posesión de la Presidencia. Al interrumpirse la comunicación por causas técnicas, le transmití un mensaje a través de Héctor Navarro, Ministro de Educación Superior, sugiriéndole que en su condición de Presidente Constitucional le ordenara a Vázquez Ve­lasco liberar a Chávez, advirtiéndole de la grave responsabilidad en que incurriría si desacataba esa orden.

Con casi todos hablé, me sentía parte también de aquel drama en el que me introdujo la llamada de María Gabriela en la mañana del 12 de abril. Sólo cuando se supieron después todos los detalles del calvario de Hugo Chávez, desde que lo trasladaron con rumbo desconocido en horas de la noche del día 12, pu­do comprobarse cuán increíbles peligros corrió, en los que puso en juego toda su agudeza mental, su serenidad, sangre fría e instinto revolucionario. Más increíble todavía es que los golpistas hasta el último minuto lo mantuvieron desinformado de lo que ocurría en el país, y has­ta el último minuto insistieron en que firmara una renuncia que nunca firmó.

Un avión privado que se dice era propiedad de un conocido oligarca, cuyo nombre no menciono por falta de total seguridad sobre el dato, esperaba para trasladarlo no se sabe a dónde y a manos de no se sabe quién.

Le he narrado todo lo que sé; otras ma­nos escribirán un día con todos sus detalles lo que falta de esta historia.

Chávez es un representante de los mi­litares progresistas, pero en Europa, y también en América Latina, muchos pro­gresistas le reprochan precisamente que sea un militar. ¿Qué opinión tiene usted sobre esa aparente contradicción entre el progresismo y lo militar?

Omar Torrijos, en Panamá, fue ejemplo de militar con profunda conciencia de jus­ticia social y de patria. Juan Ve­lasco Al­va­rado,8 en Perú, también llevó a cabo acciones importantes de progreso. Debe re­cordarse, por ejemplo, que en­tre los brasileños, Luis Carlos Prestes fue un oficial revolucionario que realizó una marcha heroica en 1924-1926, ca­si igual a la que hizo Mao Zedong en 1934-1935.

Jorge Amado,9 entre sus magníficas obras literarias, escribió sobre la marcha de Prestes una bella historia, El caballero de la esperanza. Aquella hazaña militar fue algo impresionante, duró más de dos años y medio, recorriendo inmensos territorios de su país sin sufrir una derrota. Hubo importantes proezas revolucionarias que salieron de los militares el recién pasado siglo XX.

Entre ellos puedo citar nombres de ilustres militares como Lázaro Cárdenas, un general de la revolución mexicana, que nacionaliza el petróleo, hace reformas agrarias y conquista para siempre el apoyo del pueblo.

Entre los primeros que en el siglo XX se sublevaron en Centroamérica, está un grupo de militares guatemaltecos de los años 50 que en torno a Jacobo Árbenz, alto oficial del Ejército de Guatemala, par­ticiparon en históricas actividades revolucionarias, entre ellas la noble y valiente reforma agraria que dio lugar a la invasión mercenaria que, igual a la de Playa Girón y por la misma razón, lanzó el im­pe­ria­lis­mo contra aquel gobierno merecedor legítimo del calificativo de progresista.

Hay un buen número de casos de militares progresistas. Juan Domingo Perón, en Argentina, era también de origen militar. Hay que ver el momento en que surge; en 1943 lo nombran Ministro del Trabajo, y hace tales leyes en favor de los trabajadores, que en prenda de reconocimiento, cuando lo llevan a las prisiones, el pueblo lo rescata.

Perón comete algunos errores: ofende a la oligarquía argentina, la humilla, le nacionaliza el teatro y otros símbolos de la clase rica, pero el poder político y económico de ésta se mantuvo intacto, y en un momento propicio lo derrocó con la complicidad y ayuda de Estados Unidos. La grandeza de Perón es que apeló a las reservas y los recursos de que disponía ese rico país e hizo todo lo que pudo para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. Esa clase social, siempre agradecida y fiel, convirtió a Perón hasta el final de su vida en un ídolo del pueblo humilde.

El general Líber Seregni, quien fuera hasta hace algunos años Presidente del Frente Amplio de Uruguay, es uno de los líderes más progresistas y más respetados que ha conocido América Latina. Su integridad, su decencia, su firmeza y tenacidad contribuyeron a la histórica victoria de ese noble y solidario pueblo, que eli­gió a Tabaré Vázquez, sucesor de Seregni, Presidente de la República Orien­tal del Uruguay, y llevó a la izquierda uruguaya al gobierno, cuando el país estaba al borde de un abismo. Cuba agradece a Líber Se­regni las sólidas bases que, junto a muchos eminentes uruguayos, supo fraguar para las relaciones fraternales y solidarias que hoy existen entre Uruguay y Cuba.

No tenemos derecho a olvidar a Fran­cisco Caamaño, joven militar dominicano que durante meses combatió heroicamente contra 40 mil soldados de Estados Unidos que el Presidente Johnson hizo desembarcar en República Dominicana el año 1965 para impedir el re­gre­so del Presidente Constitucional Juan Bosch. Su tenaz resistencia a los invasores al frente de un puñado de militares y civiles, que duró meses, constituye uno de los episodios revolucionarios más gloriosos que se han escrito en este he­mis­ferio. Caamaño, después de una tregua que arrancó al imperio, volvió a su patria y entregó su vida combatiendo por la liberación de su pueblo.

Sin un hombre como Hugo Chávez, nacido de cuna humilde y formado en la disciplina de las academias militares de Venezuela, donde tantas ideas de libertad, unidad e integración latinoamericana fueron sembradas por Bolívar, no habría surgido en este momento decisivo de nuestra América un proceso de tanta trascendencia histórica e internacional como el actual proceso revolucionario en ese hermano país. No veo contradicción alguna.

En Argentina, Perón y el peronismo siguen teniendo una influencia política considerable. Una Argentina donde, en cierta medida, en diciembre del 2001, el modelo neoliberal se derrumbó estrepitosamente. ¿Qué opina usted de los acontecimientos recientes de Argentina?

Cuando en mayo de 2003 llegaron las noticias del resultado electoral en Ar­gentina y el anuncio de la victoria de Nés­tor Kirchner y la derrota de Carlos Ménem, sentí gran satisfacción. ¿Por qué? Hay una razón importante: lo peor del capitalismo salvaje, como diría Chávez, lo peor de la globalización neoliberal en el país latinoamericano que se había convertido en símbolo por excelencia del neoliberalismo, sufrió una derrota.

Los argentinos, aunque lejos de alcanzar las metas más deseadas, no saben el servicio que le han prestado a América Latina y al mundo, al hundir en la fosa más profunda del Pacífico, de más de 8 mil metros, un importante símbolo de la globalización neoliberal. Le han in­yectado una fuerza tremenda al número creciente de personas que han ido to­mando conciencia en toda nuestra América sobre qué cosa tan horrible y fatal es eso que así se denomina.

Si se quiere, podríamos recordar que el Papa Juan Pablo II, quien gozó de universal respeto, habló de la "globalización de la solidaridad" cuando en 1998 estuvo de visita en nuestro país. ¿Alguien estaría en contra de esa globalización en el más cabal concepto de la palabra, que abarque no solo las relaciones entre los que viven dentro de las fronteras de un país, sino también dentro de los ámbitos del planeta, y que la solidaridad la ejerzan igualmente mañana, en un mundo de verdadera libertad, igualdad y justicia, aquellos que hoy derrochan, destruyen y malbaratan los recursos naturales y condenan a muerte a los habitantes de este planeta?

No se alcanza el cielo en un día, pero créame que los argentinos han asestado un descomunal golpe a un símbolo, y eso tiene un enorme valor.

América Latina sigue teniendo el problema de la deuda externa.

Esa deuda, en el mundo, ha crecido en relación proporcional a la población. ¡Ahora la deuda externa total asciende a 2,5 ó 2,6 millones de millones de dólares! Los países desarrollados ofrecerán este año a los países del Tercer Mundo, como ayuda oficial al desarrollo, unos 53 mil millones de dólares. A cambio, les cobrarán, por concepto de intereses de la deuda externa, ¡más de 350 mil millones de dólares!

En América Latina esa deuda ha ido creciendo sin parar y ahora asciende aproximadamente a 800 mil millones de dólares. Nadie la puede pagar, y eso hace imposible toda política seria de desarrollo. No podrá eliminarse el hambre en América Latina mientras los go­biernos tengan que seguir dedicando la cuarta parte de sus ingresos por exportaciones a pagar una deuda que ya han pagado casi dos veces y es ahora ca­si el doble de lo que era hace diez años...

Ahora Estados Unidos propone como solución el ALCA, el Área de Libre Comercio de las Américas. ¿Qué piensa usted del ALCA?

Un desastre. Pero un desastre que puede evitarse. Porque fuimos testigos de la batalla librada en Mar del Plata, los días 4 y 5 de noviembre de 2005, en ocasión de la llamada "Cumbre de las Américas". Fue una grandiosa lucha contra el ALCA. Hubo dos luchas, una en la calle y el estadio, otra en el recinto donde estaban reunidos los jefes de Estado.

En Mar del Plata el nefasto proyecto del ALCA salió definitivamente derrotado. El ALCA es abrir todas las fronteras de países que tienen un nivel muy bajo de desarrollo técnico a los productos de aquellos que tienen los más elevados niveles tecnológicos y de productividad, de aquellos que fabrican aviones del último modelo, de aquellos que dominan las comunicaciones mundiales, de aquellos que quieren obtener de nosotros tres cosas: materia prima, fuerza de trabajo barata, clientes y mercados. Una nueva forma de colonización despiadada.

¿Piensa usted que eso puede aumentar la dependencia de América Latina con respecto a Estados Unidos?

Si América Latina fuese devorada por el imperio; si nos tragara, como aquella ballena que se tragó al profeta Jonás y no pudo digerirlo, tendría que expulsarla un día, nacería otra vez en nuestro hemisferio. Pero no creo que sea fácil de tragar y tengo esperanzas de que no pueda ser devorada. Los acontecimientos en los últimos años lo van demostrando: no se puede gobernar el mundo con un soldado y una bayoneta en cada escuela, en cada casa, en cada parque.

Siempre dije que hay que contar con los propios norteamericanos, con los intelectuales y con el pueblo norteamericanos. Ese pueblo puede ser engañado, pero cuando conoce la verdad, como en el ca­so del niño Elián…10 Ese pueblo apoyó en una proporción de 80 por ciento el regreso del niño cubano Elián González.

Ese pueblo hoy se opone al bloqueo de Cuba. Ese pueblo, en número creciente, se opone a la doctrina de la guerra sorpresiva, intervencionista, a pesar del golpe artero a la ciudad de Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Hay que contar con él.

También hay que contar con los intelectuales europeos, porque hombres como usted han estado haciendo enormes esfuerzos por crear una conciencia y han contribuido notablemente a la creación de esa conciencia necesaria.

Además, hay ahora una serie de gobiernos, en Venezuela, en Brasil, en Argentina, en Uruguay y en otros países, donde se están aplicando medidas progresistas. ¿Cómo ve usted lo que está haciendo Lula en Brasil, por ejemplo?

Obviamente yo veo lo que está haciendo Lula con la mayor simpatía. Él no cuenta con una mayoría suficiente en el Parlamento; ha tenido que apoyarse en otras fuerzas, hasta conservadoras, para hacer avanzar algunas reformas. Los medios de comunicación han dado gran publicidad a un escándalo de corrupción de parlamentarios, pero no han podido implicarlo a él. Lula es un dirigente popular. Lo conozco desde hace muchos años, hemos seguido su itinerario, hemos conversado mucho con él, un hombre de convicciones, inteligente, patriota, progresista, de origen muy humilde y que no se olvida de sus orígenes, del pueblo que siempre lo apoyó. Y creo que todo el mundo lo ve así. Porque no se trata de hacer una revolución, se trata de ganar un desafío: hacer desaparecer el hambre. Puede conseguirlo. Se trata de hacer desaparecer el analfabetismo. Y también puede conseguirlo. Y pienso que todos debemos apoyarlo.11

Comandante, ¿piensa usted que ya la era de las revoluciones y de la lucha armada se terminó en América Latina?

Mire, nadie puede asegurar que se van a producir cambios revolucionarios en América Latina hoy. Pero nadie puede asegurar tampoco que no se produzcan en cualquier momento en uno o varios países. Si uno analiza objetivamente la situación económica y social en algunos países, no puede tener la menor duda de que se trata de una situación explosiva. El índice de mortalidad infantil es­tá, por ejemplo, en 65 por mil nacidos vivos en varios de esos países; el nuestro es menos de 6,5; mueren diez veces más niños en países de América Latina, como promedio, que en Cuba. La desnutrición alcanza en ocasiones más del 40 por ciento de la población, el analfabetismo y semianalfabetismo siguen siendo demasiado altos, el desempleo afecta a decenas de millones de ciudadanos adultos en nuestra América, y existe también el problema de los niños abandonados, que suman millones. El presidente de UNICEF me dijo un día que si América Latina tuviese el nivel de asistencia médica y de salud que tiene Cu­ba, 700 mil niños se salvarían cada año.

Si a esos problemas no se les halla solución urgente —y el ALCA no es una solución, y la globalización neoliberal tampoco— puede ocurrir más de una revolución en América Latina cuando menos se lo imagine Estados Unidos. Y no podrá culpar a nadie de promover esas revoluciones. •

Notas al capítulo 24. América Latina

1.- Ignacio Ramonet, Marcos, la dignidad rebelde. Conversaciones con el subcomandante Marcos, Editorial Cibermonde, Valencia, España, 2001.

2.- El 1º de enero de 2006, el subcomandante Marcos inició un nuevo viaje a seis semanas por todo México. Esta vez en motocicleta —recordando el célebre viaje paor Sudamérica de Che Guevara y su amigo Alberto Granado en 1961— con el propósito de recorrer los 32 estados del país antes de la elección presidencial del 2 de julio de 2006, y crear un “frente político alternativo nacional” opuesto a los partidos tradicionales. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional renunció en junio de 2005 a toda “operación militar ofensiva”. Marcos se presentó en este viaje como el “delegado cero”, y declaró rechazar en bloque todos los partidos mexicanos, incluido el Partido de la Revolución Democrática (PRD) cuyo candidato, Andrés Manuel López Obrador, era considerado entonces, según los sondeos, como el favorito.

3.- Fidel Castro y Evo Morales, este último en su condición de presidente electo de bolivia, suscribieronb el 31 de diciembre de 2005 un acuerdo de cooperación que otorga un fuerte apoyo médico y educacional de Cuba a Bolivia. El documento, que tiene 11 puntos, entró en vigor después de la toma de posesión de Morales el 22 de enero de 2006. Ambos países acordaron crear una entidad binacional no lucrativa que garantice la operación oftalmológica a los bolivianos carentes de recursos económicos, para la cual Cuba aportará equipamiento y especialistas (más su salario), y el nuevo gobierno de La Paz las edificaciones para esos fines. También se pusieron de acuerdo para que el Instituto Nacional de Oftalmología de la Paz, recién equipado por Cuba, cuente con dos centros adicionales, uno en Cochabamba y otro en Santa Cruz. En conjunto estas instalaciones tendrán capacidad para realizar cincuenta mil operaciones al año. “Estas capacidades podrán elevarse si Bolivia decide ofrecer sus servicios oftalmológicos a pacientes pobres de países vecinos próximos a los centros bolivianos”, prevé el acuerdo.

4.- Palacio de Miraflores, en Caracas, es la residencia oficial del Presidente de la nación.

5.- El general de Infantería Efraín Vázquez Velasco, autotitulado durante el golpe de Estado “Comandante en Jefe” de las Fuerzas Armadas Venezolanas, fungió momentáneamente como vocero y cabecilla ostensible de los militares golpistas.

6.- Pedro Carmona, presidente del consorcio empresarial Fedecámaras, designado por los militares golpistas como “Presidente Provisional” de Venezuela, cargo que usurpó menos de 48 horas.

7.- Diosdado Cabello, Vicepresidente constitucional, ocupó momentáneamente la Presidencia de Venezuela desde la desarticulación del golpe militar hasta el regreso triunfal de Hugo Chávez al Palacio de Miraflores.

8.- Juan Velasco Alvarado (1910-1977), general, al frente de una junta militar tomó el poder y fue presidente de Perú de 1968 a 1975, nacionalizó la Banca, las industrias estratégicas (petróleo, pesca, cobre) e hizo una importante reforma agraria.

9.- Jorge Amado (1912-2001), gran escritor brasileño, autor en 1942 de una biografía de Luis Carlos Prestes, Prestes, el caballero de la esperanza, Editorial Futuro, Buenos Aires, 1958.

10.- En noviembre de 1999, el niño Elián González fue sacado ilegalmente de Cuba a bordo de una balsa por su madre, quien murió ahogada en la travesía hacia la Florida. Rescatado por unos pescadores, el niño fue retenido en Estados Unidos, mientras su padre reclamaba su retorno a Cuba. Eso dio lugar a una crisis diplomática entre La Habana y Washington y a una colosal movilización popular en Cuba en reclamo de la devolución de Elián. Finalmente, en junio del 2000, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos decidió que el niño debía regresar con su padre a Cuba.

11.- En el marco de una visita oficial del presidente Lula a La Habana en septiembre de 2003, Brasil y Cuba firmaron 12 acuerdos de cooperación en los siguientes sectores: energía, pesca, turismo, medicamentos, industria, salud, educación y deportes.

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