lunes, octubre 27, 2008

Yehude Simon, providencia, virtud y fortuna. - Sinesio López Jiménez

El Zorro de Abajo.

La Presidencia en el 2011 pasa por el premierato en el 2008. Esa es, al parecer, la apuesta audaz de Yehude Simon. Esa apuesta revela no solo una legítima ambición política y un enorme acto de voluntad puesto a su servicio sino también una cierta racionalidad. A los políticos y a los analistas les sorprende este tipo de decisión en una situación difícil para el país y para el mundo. Pero la decisión de Yehude sorprende, sobre todo, porque recibe un cargo y encargo complicados de un gobierno desgastado que no supo aprovechar las enormes oportunidades que ha tenido el Perú en estos últimos años para gobernar para la mayoría, que ha dilapidado su capital político en tiempos de vacas gordas y que no sabe cómo manejarse en tiempos de vacas flacas porque no ha sabido guardar pan para mayo.

Muchos políticos actúan más bien a la defensiva en circunstancias complicadas y en tiempos de turbulencia como los actuales. No quieren quemarse. Cuidan su imagen al máximo y esperan tiempos mejores para desplegar las acciones necesarias que los conduzcan a los objetivos deseados. Pero Yehude ha hecho todo lo contrario en un acto de audacia que, al parecer, opaca la racionalidad de su decisión. Los pensadores clásicos que apostaron a la Fortuna (Aristóteles) o a la Providencia (Tomás de Aquino) aconsejaban manejarse con prudencia cuando se trata decidir y actuar en los asuntos de gobierno. No quedaba otra cosa si los hombres operaban en un terreno y en un tiempo que no controlaban porque no era suyo sino de la Providencia y de la Fortuna. Maquiavelo, pensador y político moderno que apostó a la virtud cívica como una forma de construir una historia propiamente humana a través de la política, aconsejaba, en cambio, la audacia en circunstancias difíciles. En la misma línea de pensamiento Trotsky pensaba que la prudencia nada grande había conseguido en la historia. Sabiéndolo o no, Yehude parece pertenecer a la estirpe moderna de políticos.

El premierato le da una proyección nacional que no había logrado como presidente regional ni como primer coordinador de los presidentes regionales. Pese a que no tiene todas las riendas del Ejecutivo como sucede en los gobiernos parlamentaristas y semi presidencialistas, y, pese a que debe ser difícil ser primer ministro de alguien que se cree un rey-filósofo (aunque esté en franca decadencia), el premierato coloca a Yehude Simon como el segundo de a bordo, lo que no es poca cosa. Pese a que no ha logrado colocar todo equipo de gobierno sino solo a seis ministros, pese a que García se reserva para sí (Apra e independientes colocados por él) el control del dinero (MEF) y de las armas (Defensa e Interior) y pese a que su propio equipo ministerial ni siquiera controla todas las políticas sociales, la voluntad política de Yehude, la calidad de su pequeño equipo de gobierno y, sobre todo, la enorme confianza en sí mismo que parece tener y cultivar pueden ayudar a superar algunas de estas adversidades. Quizás puede avanzar hasta el control de todos los ministerios sociales, mostrando eficacia decisoria y logrando vistosos resultados en los que ahora directamente opera.

Pero será muy difícil que logre imponerse en el manejo del MEF y en Defensa e Interior, los que constituyen los verdaderos asientos del poder. Los responsables y operadores de esos ministerios son los verdaderos guardianes del modelo económico y del Estado neoliberal. Un cambio de equipo en esos ministerios, sobre todo en el MEF, pasa por una recomposición de la coalición que defiende el actual orden económico y político y que constituye el soporte firme de García. Eso escapa a la gran voluntad de Yehude. Esa recomposición puede producirse en medio de una crisis económica, social y política de ciertas proporciones, lo que aún no es el caso. Ella puede venir el 2009, en el que la crisis será más profunda y se sentirá más en la economía (los indicadores macroeconómicos y el presupuesto), en lo social (empleo, ingresos, pobreza), en la política (protestas sociales, pérdida acentuada de legitimidad, crisis políticas, represión, etc.).

Para gobernar con eficacia no basta con la confianza eventual del Presidente. Tampoco son suficientes la audacia, la voluntad política y la calidad del equipo. Es necesario contar con un poder propio: un partido organizado. Este no puede ser sustituido por un ministerio que, después de todo, es siempre prestado y efímero. La organización es poder. Pese a la importancia actual de los medios en el campo de la política, los partidos siguen jugando un papel medular en la lucha política y en la conquista del gobierno. Lo que puede llenar, por ahora, la ausencia de un partido que sostenga la apuesta política del premier puede ser la formación de un amplio frente de los gobiernos regionales. Si Yehude realizara esa hazaña, tendría una herramienta decisiva para lograr, si no todos los objetivos propuestos de común acuerdo con García, al menos algunos de ellos para salir bien librado del desafío que él mismo se ha impuesto. Que la Providencia y la Fortuna lo acompañen.

La Republica

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