"Me da miedo ser demasiado feliz. No estaría bien, en este mundo tan desgraciado en el que vivimos", dice Amartya Sen, uno de los pensadores contemporáneos más lúcidos y libertarios. La frase pinta de cuerpo entero a este notable académico hindú, un luchador incansable en favor de los pobres que le ha dado a la economía una dimensión ética.
Por Enrique Patriau
Lo conocen como "la Madre Teresa de la Economía". ¿Y de qué otra manera podía llamarse a quien, desde la rigurosidad académica, ha planteado la necesidad de medir nuestra calidad de vida, no a partir de la riqueza de un país sino de nuestra propia libertad individual?
Para Amartya Sen no sirve medir el progreso a partir de los usuales (y fríos) productos brutos internos. La visión debe, necesariamente, ser mucho más completa y, a la vez, humana. En la visión de Sen, la pobreza es una forma de esclavitud, la incapacidad que tienen los seres humanos para satisfacer sus necesidades, desde las básicas como nutrición, salud y vivienda, hasta las de educación, participación social y desarrollo.
Así, reducir la pobreza tiene que ver con devolverles a los seres humanos su libertad, su propia capacidad de determinación. "Los desposeídos del mundo puede que no tengan un defensor más penetrante y sistemático entre los economistas que Amartya Sen", dice el ex secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan. Y allá en la lejana India, donde nació hace 74 años, este Premio Nóbel es una auténtica celebridad.
Cambió de mentalidad
Crítico. Sen en Italia. El Nóbel indio diserta en los principales centros académicos del mundo.
Cuando Sen recibió el Nóbel de Economía, en 1998, hubo un consenso de que el premio no podía haber caído en mejores manos. Sus pioneras investigaciones sobre las causas de las hambrunas cambiaron las percepciones hasta entonces generalizadas. En efecto, solía creerse que aquellas derivaban principalmente de la escasez. Sin embargo, él consiguió demostrar que existen otros factores, como las posibilidades de acceso a los alimentos y a puestos de trabajo por parte de los desfavorecidos. De acuerdo con Sen, en países con prensa libre y elecciones regulares no puede haber hambre masiva.
Es que Sen (quien se considera un hombre de izquierda) identifica otra división, en su opinión tan importante como la que se produce entre izquierda y derecha: la división entre la democracia y autoritarismo.
"Es la división fundamental en la actualidad. Algunos de los grandes fracasos del mundo se han producido por la falta de democracia. China, por ejemplo, ha tenido grandes éxitos en los últimos tiempos respecto a sus objetivos económicos. Posee uno de los comportamientos económicos más logrados y, sin embargo, ha sufrido la mayor hambruna que se conoce en la historia. Entre 1957 y 1961 murieron 30 millones de personas. La causa de la hambruna fue, sin duda, una política equivocada, una política que fracasa, pero que no pudo cambiarse durante tres años porque nadie se atrevía a desafiar al Gobierno (…) La falta de democracia agrava aún más las desigualdades", declara Sen.
Sus análisis de la pobreza también han resultado impactantes y reveladores. Convencido de que la simple medición del Producto Bruto Nacional resultaba insuficiente para determinar los estándares de vida de las poblaciones, colaboró decididamente en la creación del Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, la herramienta más utilizada para la comparación entre países tomando en cuenta tres variables: una vida larga y saludable, educación y un nivel de vida digno.
Hambruna en la India
Una vez le preguntaron a Sen (tres matrimonios a cuestas, dos hijos) cómo así empezó a interesarse en la economía y él dijo que para alguien de la India no era complicado responder a una interrogante de esa naturaleza. "Los problemas económicos nos apabullan. Cuando tenía nueve años tuvimos la hambruna de Bengala. Fue una experiencia muy fuerte: repentinamente las víctimas emergieron en millones, números increíbles de muertos. La estimación oficial fue entre un millón y uno y medio. Más tarde yo descubrí que la cifra de tres millones se acercaba mucho más a la realidad", añadió.
El encuentro permanente con la muerte fue una constante en la niñez de Sen. En 1944, a los once años, en Dhaka, Bengala, vio llegar hasta su casa a un hombre malherido que respondía al nombre de Kader Mia, un operario musulmán, que había sido linchado por hinduístas fanáticos por atreverse a salir a trabajar para alimentar a su esposa e hijos. Mia falleció en los brazos de Sen y de su padre mientras lo llevaban de emergencia al hospital.
Mario Vargas Llosa (en su comentario sobre el más reciente libro de Sen, Identity and Violence. The Illusion of Destiny) explica que, a partir de esta desgarradora experiencia, "uno de los pensadores liberales más lúcidos de nuestro tiempo" aprendió a desconfiar de las categorías colectivas, tipo religión o raza, a las que desde entonces identificó como orígenes de violencia. Porque Sen reniega del encapsulamiento al que se somete a los seres humanos cuando, en realidad, pertenecemos a muchas colectividades a la vez. Y esa complejidad tan rica no puede reducirse a compartimientos estancos que privilegian tan solo una característica en desmedro de las demás. La humanidad es una suerte de ensalada con muchos ingredientes. Sen pide que nunca lo olvidemos.
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