sábado, setiembre 22, 2007

Disidencias. Fujimori: ni olvido ni perdón - Alberto Adrianzén.

Fue el sábado 18 de noviembre de 2000, en la tarde, cuando recibí la llamada de un amigo que en esos tiempos, duros y agitados, trabajaba para el gobierno de Fujimori. Su mensaje fue breve: "Fujimori se queda en Japón, ya no regresa y mañana domingo anuncia su renuncia". Luego añadió, como quien busca darle credibilidad a sus palabras: "esa información viene de los niveles más profundos del gobierno".

Es cierto que días atrás, en la Mesa de Diálogo de la OEA, el congresista José Barba había anunciado algo similar. Sin embargo, el dato era incierto. En medio del alboroto que habían provocado estas declaraciones, un Rafael Rey con cara de pocos amigos, ingresaba al Hotel Country para increpar a Barba por ese anuncio y preguntarle si tenía pruebas. Recuerdo dos hechos: un Rey molesto y un Barba que le decía que no tenía pruebas y que se trataba, más bien, de una simple hipótesis.

Así que esa mañana del sábado Valentín Paniagua se dedicó a preparar su primera reunión como flamante Presidente de la Mesa Directiva del Congreso. Dos días antes, una mayoría de congresistas lo había elegido como su Presidente. En aquella reunión, en la que ordenamos papeles, analizamos contratos y otras cosas más, nos acompañó un buen amigo que en ese tiempo trabajaba como asesor de una congresista fujimorista. El anuncio de Barba solo era un buen recuerdo ese día.

Por eso cuando escuché el mensaje, lo primero que hice fue comunicarle la noticia a Valentín Paniagua y decirle: "ya eres Presidente". Luego de escucharme me pidió que convocara al día siguiente a los partidos en su estudio de abogado. Y así lo hice. En la mañana del domingo, muy temprano, los medios anunciaban que Fujimori se quedaba en Japón y que había renunciado a la presidencia. Ese día se selló la transición. No solo se tenía el apoyo de todos los partidos democráticos sino también de las FFAA.

Recuerdo que Paniagua se paró y salió del ambiente en que se desarrollaba la reunión. En ese momento Jorge del Castillo, que estaba hablando por su celular, le dijo: "Aquí está el general, quiere hablar contigo". La conversación fue breve. Al concluir señaló: "Tenemos el apoyo de los militares".

El lunes, una delegación del gobierno norteamericano encabezada por el Subsecretario de Estado, visitaba a Paniagua en el Congreso. Fue en esa reunión, diplomática pero tensa, cuando Paniagua comenzó a gobernar el país. Y lo hizo con un simple gesto: cuando el embajador Hamilton lo saludó efusivamente por su reciente triunfo en el Parlamento, Paniagua le dijo en voz alta: "Gusto de conocerlo personalmente, embajador". Con ello le decía a la delegación norteamericana que su embajada en el país no había prestado atención a la oposición democrática. Por eso cuando los norteamericanos le plantearon que el futuro gobierno no solo debía ser amable con los fujimoristas sino que también debía respetar la legalidad fujimorista, Paniagua les dijo: "En verdad, quien ha roto la legalidad ha sido Fujimori, nosotros siempre hemos defendido la democracia y el estado de derecho". Cuando se fue la delegación, Paniagua comentó: "¿Escuchaste lo que le dije a Hamilton?". Luego rió. Esa noche la delegación norteamericana regresó a su país.

Sin embargo, las presiones continuaron. Rafael Rey, actual ministro de este gobierno, intentó el regreso de Francisco Tudela, pero fracasó. Ricardo Márquez, en ese momento Presidente por la renuncia de Fujimori y de Tudela, llamó a Paniagua el lunes en la tarde para invitarlo a Palacio y discutir las bases de su nuevo gobierno. Paniagua, recuerdo, lo escuchó y le dijo: "Yo no voy a ir a Palacio, es usted quien debe venir al Congreso". En ese momento el edificio fujimorista terminó por desplomarse. Márquez renunció el martes. El miércoles 22 de noviembre de 2000, Valentín Paniagua juró como Presidente Constitucional del Perú.

Escribo esto luego de casi siete años, porque hoy o mañana el dictador pisará suelo peruano para ir, finalmente, a prisión; pero también para recordar lo que fue una gesta democrática. Sospecho que ahora Valentín Paniagua, pero también Gustavo Mohme Llona y otros como Pedro Huilca, dirán: valió la pena vivir y morir por la democracia. Nota: Cuando terminé este artículo, Rolando Souza, congresista y ex abogado de Fujimori, declaró en una radio local que éste ya había trasladado unas cuantas maletas al Perú. Sería bueno preguntarle si son aquellas que el dictador se llevó del país repletas de videos donde aparecían jueces, políticos, periodistas, militares y empresarios.


(*) www.albertoadrianzen.org
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