viernes, noviembre 14, 2008

El problema no es León - César Hildebrandt

Rómulo León se ha entregado reclamando inocencia. Lo que en realidad nos está diciendo, esquinadamente, es que es un culpable de segundo nivel en la trama de corrupción del segundo alanismo.

Conviene ahora despejar el terreno, prescindir de la grita y quedarnos con los hechos, aquellos que, para dolor del doctor García, se han descubierto y resultan irrefutables:

+ Rómulo León vinculaba a inversores extranjeros con instancias de poder que tuvieran capacidad de decisión en relación con licitaciones, equipamientos, obras públicas. Eso fue lo que hizo en los sectores energía y salud pública –de modo comprobado- y, probablemente, en el amplio campo de vivienda también.

+ Con el pasado que arrastraba, León no habría podido acercarse ni a cien metros de ningún ministro si no hubiese encontrado el viejo y acogedor compañerismo abriéndole las puertas de siempre. El ministro Carlos Vallejos, el primer ministro Jorge del Castillo, el ministro Juan Valdivia, el ministro Hernán Garrido Lecca, la ministra María Zavala, el ministro Luis Alva Castro, el presidente de Petroperú, el presidente de PeruPetro, el secretario del presidente de la República, la secretaria personal del presidente de la República, la congresista aprista Luciana León: son demasiados como para decir que el señor León usó rendijas y “patadecabras” para pasearse por despachos y pasillos próximos a Palacio de Gobierno.

+ El abogado Alberto Químper jamás tuvo nada que ver con el petróleo. Es un tributarista de tramposos talentos que sacó de apuros al mismísimo presidente de la República, de cuyas cuentas en el exterior podría hablar, si quisiera, don Agustín Mantilla. Si el doctor Químper sabía mucho de las dificultades hacendarias del doctor García y nada del petróleo, su inclusión en el directorio de PerúPetro ¿qué explicación tiene? Parece evidente que el gobierno sabía a quién ponía en qué cargo y para qué.

+ Durante los últimos 27 meses, el señor León ha promovido a sus patrocinadores, ha presionado a organismos encargados de convocar licitaciones –el caso de la OEI resulta especialmente repugnante-, ha enviado miles de correos apurando sus gestiones, ha hecho evidente su angurria y su desatino. ¿Algún ministro del régimen lo denunció por tanta impudicia? ¿Algún ministro se negó a ir a las invitaciones en el Country Club? ¿Algún funcionario aprista llamó a la Contraloría, al ministerio público, a la baja o alta policía?

+ Si Rómulo León era un apestado en Palacio de Gobierno, ¿cómo es que Luis Nava, secretario de García, llama al ministro Vallejos y le pide, en nombre del Presidente, que reciba a Fortunato Cannán, representado una y mil veces por Rómulo León? ¿Ignoraba García la relación entre Canaán y León?

+ S i el doctor García huía, con la nariz apretada, de Rómulo León, ¿por qué entonces recibe a Fortunato Canaán, uña y mugre de León, dos veces en el mismísimo Palacio de Gobierno? ¿Sólo porque Peggy Cabral lo llama desde Santo Domingo y le pide ese favor?

+ Si el señor Rómulo León estaba vetado para todos los efectos por la nueva moral del doctor García, ¿por qué un pícaro como Canaán y unos mañosos cosmopolitas como los de Discover Petroleum lo usan como lobista y abrelatas? ¿Es que Canaán y los noruegos NO QUERÍAN tener éxito? ¿O es que, más bien, León era una garantía de llegada a los más altos niveles? ¿No es prueba del éxito logrado el hecho de que Discover Petroleum postulara a siete lotes y ganara cinco (perdiendo dos frente a Petrotech, precisamente)?

Rómulo León no va a poder admitir judicialmente que era la punta de un témpano supurado. Su juego consistirá, como hace Montesinos ahora, en proclamar su inocencia y la licitud de sus actos. Pero, si por alguna razón, hablara, el terremoto de Pisco quedaría como una leve sacudida. El problema de este gobierno no es Canaán ni es León. El problema de este gobierno es que un amplio sector del Apra ha vuelto a las andadas. Y con el doctor García a la cabeza. Basta ver el caso de Collique y Graña Montero para comprobarlo.

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