Los indígenas no sólo están movilizando a miles de personas en Colombia, sino que se están convirtiendo en la principal y más visible fuerza de la oposición de este país.
Entre otras cosas, los indígenas exigen más y mejores tierras, se oponen al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, y protestan por 1.500 asesinatos y por el desplazamiento forzado de más de 50.000 personas de sus comunidades por el conflicto armado.
Luego de una marcha que congregó a unas 40.000 personas, ahora los indígenas del sur del país han iniciado una nueva movilización hacia Bogotá, donde esperan hacer una gran reunión con otros sectores sociales.
Tras la última marcha, que duró casi tres semanas, hubo un tenso encuentro entre el presidente Álvaro Uribe y los líderes de la movilización indígena.
La cita fue en La María, conocido resguardo del departamento del Cauca, donde el mantenimiento del orden corrió por cuenta de la guardia indígena.
A pesar de las posiciones encontradas, el diálogo transcurrió sin inconvenientes.
Y eso contrasta con los enfrentamientos y hechos de violencia aún no aclarados que ocurrieron durante la marcha, en los cuales murieron tres indígenas y un policía fue mutilado.
"Correa de transmisión"
Uno de los reclamos de los indígenas es que los dejen de matar. |
Eso llama mucho la atención en Colombia, donde las organizaciones sociales han sido menos fuertes que en otros países de América Latina y donde las movilizaciones públicas no son muy frecuentes ni muy prolongadas.
El abogado Luis Carlos Osorio, quien hasta hace poco dirigió la fundación Hemera, que trabaja en asuntos étnicos, le precisa a BBC Mundo que los indígenas "no son un movimiento social".
"Ellos son un pueblo, tienen sentido de pertenencia y una sólida organización. Ser indígena está asociado a un cabildo, a un territorio, a una cultura", explica.
Eso también lo rescata Daniel Piñacué, uno de los líderes de la movilización indígena, en conversación con BBC Mundo.
Piñacué, un indígena Nasa, del departamento del Cauca, subraya el "legado de organización y vida comunitaria" de los pueblos nativos.
"Esta capacidad de convocatoria y de organización seguirá existiendo", dice y anticipa que la nueva marcha quiere superar a la anterior.
40 años de organización
Una voz que cada vez es más fuerte. |
"En los años '70 el movimiento indígena también logró hacer alianzas con las organizaciones campesinas", señala Fajardo, quien conoció de cerca el surgimiento del CRIC.
Poco a poco, los indígenas fueron tomando distancia de los partidos tradicionales, el Liberal y Conservador, se acercaron a expresiones de izquierda y se unieron para defender derechos, como su territorio.
Sin embargo, eso ha implicado fuertes roces con las guerrillas que operan en sus territorios y que muchas veces han reclutado combatientes entre los indígenas.
Años más tarde, la Constitución de 1991 les reconoció expresamente varios derechos a los pueblos indígenas de Colombia. Entonces ya existía una organización indígena nacional, ya tenían movimientos políticos propios y los nativos colombianos se habían conectado con sus pares de Ecuador y Bolivia.
Sin embargo, Luis Carlos Osorio señala que muchos de los derechos consagrados por la Constitución se han quedado "en el papel" y ahí radica el malestar indígena.
Ese malestar cada vez está llamando más la atención en un país, donde el presidente Álvaro Uribe goza de un gran respaldo en las encuestas de opinión, después de seis años en el poder.
Mientras el gobierno nacional es transitorio, ellos son capaces de organizarse y plantear un proyecto político de largo plazo Elisabeth Ungar, directora del proyecto Congreso Visible |
"No es sólo la capacidad de organización de los indígenas, sino la claridad sobre objetivos que tienen", le dice Ungar a BBC Mundo.
Ungar destaca las temporalidades distintas que manejan los indígenas. "Mientras el gobierno nacional es transitorio, ellos son capaces de organizarse y plantear un proyecto político de largo plazo", explica.
Por eso, los indígenas se han convertido en un referente que la oposición colombiana y los políticos de este país empiezan a mirarlos con otros ojos.
Hernando Salazar
BBC Mundo, Bogotá
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