¿Es buena idea formar un partido nacional de centro-izquierda a partir de varias presencias regionales? Por supuesto que sí. Yehude Simon venía intentando hacerla aterrizar, pero las tareas lambayecanas se lo han postergado. Ahora el PDS y ocho movimientos regionales (tres con presidencias) lanzan la iniciativa.
El objetivo declarado es el 2011, pero hay importantes tareas por el camino. Vladimiro Huaroc, quien viene de casi seis meses de coordinador de los gobiernos regionales, ha entendido que a una región le conviene ser parte de un conjunto a la hora de dialogar con el gobierno central en los próximos tres años y medio.
La asociación de gobiernos regionales ha sido importante hasta aquí, pero no es una institución con cintura suficiente como para moverse con provecho en el terreno que media entre Palacio y el paro regional. La asociación tampoco es una institución para la acumulación de fuerza política, como lo es por definición un partido.
La agrupación (todavía estudian cuál es el nombre adecuado) se reclama de centro-izquierda, un campo que las primeras declaraciones ubican entre sí a una inversión extranjera respetuosa y no a un centralismo que se niega a retroceder. Sus primeros deslindes prácticos han sido frente a la izquierda radical y el humalismo.
Sin embargo en los hechos la agrupación colinda con ambos sectores. La izquierda más radical, en algunos casos incluso la ilegal, es una presencia en asambleas y calles a la que es preciso cuadrar para ampliarse un espacio. El humalismo es una fuerza parlamentaria que inevitablemente compite con los intereses locales y regionales.
Una hipótesis optimista frente al nuevo partido es que para el 2011 el humalismo se habrá terminado de oficializar gracias a su presencia en el Congreso, y que en la izquierda habrá sitio para opciones nuevas, no tildables de chavistas y a la vez atractivas para quienes quieran remecer un poco al sistema socioeconómico con su voto.
Sin embargo es sabido que los espacios políticos regionales son hoy dinámicas ollas de grillos, con autoridades moviéndose entre el reclamo impostergable y la obra inejecutable, y una sobredosis de perspectivas estrictamente personales o familiares. Si el nuevo partido supera esto, estará a mitad de camino hacia sus metas.
Dicho todo esto, ¿existe un nicho ideológico de centro-izquierda? Bueno, se supone que ese era el nicho que de alguna manera compartían Alan García y Ollanta Humala en la campaña del 2006. García avanzó hacia el otro lado del espectro y Humala se desvistió de toda actuación ideológicamente motivada. El nicho sigue allí, como un nido vacío.
La Republica 30.10.2007
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