Me parece un acierto que se haya abierto un debate público sobre la izquierda. Sin embargo, para que este transite por caminos que interesen a muchos y no a pocos como ha sido hasta ahora, debe evitarse dos cosas: una cierta nostalgia que nos dice que todo pasado fue mejor, pero también poner en boca de uno lo que no se ha dicho para luego criticarlo. Ello no ayuda a un debate que es urgente porque tiene mucho que ver con la salud democrática del país y con el futuro de las mayorías nacionales. Decimos esto porque el artículo de Martín Tanaka publicado un par de semanas atrás en este diario nos ha sorprendido y, por ello, es bueno responderle.
Tanaka sostiene que tanto Tafur como el autor de este artículo hemos caído en una “suerte de falacia retórica” al crear un “muñeco de paja para atacar al adversario” y definir nuestra posición como “prístina, incontaminada por la historia”. Debo decirle a Martín que no creo haber hecho de Tafur, con el cual, dicho sea de paso, no es la primera vez que polemizo, un “muñeco de paja” y menos que esté pensando que mi posición es “prístina, incontaminada por la historia”. Y si bien lo primero puede ser debatible, lo segundo me parece que es un error puesto que se cae en lo mismo que se critica, es decir, en crear un “muñeco de paja” para luego atacarlo, más aún cuando se dice que esa postura lleva a ocultar u omitir –porque se mueve en el “mundo de las ideas, incontaminadas por la historia”– las degeneraciones del socialismo. Quiero decirle a Tanaka que a comienzos de los años ochenta un grupo de militantes de izquierda decidimos romper públicamente con el llamado marxismo-leninismo porque pensábamos, justamente, que el famoso socialismo real no era democrático sino más bien un régimen autoritario que también oprimía a los trabajadores.
Es igualmente crear un “muñeco de paja” decir lo siguiente: “Yo estaría bastante seguro de que el capitalismo no se va a acabar antes del 2011”. Yo también creo lo mismo: el capitalismo no está a punto de terminar y, por lo tanto, no he planteado que estamos frente a una crisis estructural (o terminal) del mismo. Lo que he dicho en varios artículos son tres cosas: la primera, es que estamos frente a la crisis de un tipo de capitalismo que surgió luego de la crisis de los años setenta y que puede ser calificado como capitalismo neoliberal; la segunda, que el siglo XX no se acabó con la caída del Muro de Berlín sino más bien con esta última crisis del capitalismo; y tercero, que hoy vivimos en un mundo sin paradigmas (políticos y económicos) y que ello crea un espacio para repensar o recrear un pensamiento de izquierda (como también de derecha). Por eso no me extraña que hoy, como señalé, algunos líderes de la derecha mundial estén llamando a “refundar el capitalismo”.
Lo que sucede es que también están en crisis las políticas socialdemócratas, que supuestamente iban más allá, como se dijo en su momento, de la izquierda y la derecha, y que buscaban un equilibrio entre el mercado y el Estado. En realidad, lo que hemos tenido es un desplazamiento de la socialdemocracia hacia posiciones de derecha. La llamada Tercera Vía fue la mejor expresión de ello, al abandonar lo que se conoció como el consenso keynesiano de los años treinta y adoptar posiciones neoliberales como sucedió en el laborismo inglés. También ha fracasado esta búsqueda de un equilibrio entre mercado y Estado por una razón que se hace cada vez más evidente: ambos cumplen funciones distintas y, en algunos casos, antagónicas. Mientras que el Estado busca igualar, incluir, representar, regular y ampliar, muchas veces, la democracia; el mercado se basa en la competencia, en el triunfo de los más fuertes y en la expulsión de los débiles. Por eso el liberalismo económico puede existir, incluso, suprimiendo al liberalismo político.
No se trata, por lo tanto, de juntar un poco de esto y un poco de aquello como si fueran cosas iguales, sino más bien de redefinir el papel del Estado y del mercado, y de construir y enunciar una nueva crítica al capitalismo que es, justamente, lo que define el ethos izquierdista. Que en esa crítica se deba asumir tanto la realidad del mercado como los desafíos de un Estado que buscara, si cabe la expresión, estatalizar la sociedad, la política y la economía como sucedió en el pasado, no cabe la menor duda. Por eso un centrismo vacío que busca la aprobación de sectores que poco o nada tienen que ver con la izquierda, impide no solo un debate que hoy es urgente sino también la conformación de identidades colectivas, cuestión necesaria si queremos refundar en el país una nueva política que tenga como objeto central de sus preocupaciones el destino de la mayoría de los peruanos. Por eso espero que este debate continúe.
(*)www.albertoadrianzen.org
Sáb, 21/03/2009La Republica
No hay comentarios.:
Publicar un comentario