Por Mirko Lauer
l debate en torno al aborto se parece un poco a la campaña “odiemos a Chile” de estos tiempos: los más afanosos no están directamente vinculados con el tema. Hacerse un aborto, o morir o sufrir toda una vida por no haberlo hecho, o en el otro caso ir a la guerra, son experiencias penosas. Las acompaña mejor la reflexión que el dogma.
El centro Flora Tristán informa sobre 410,000 abortos clandestinos en el 2004, una cifra que no ha hecho sino crecer desde entonces. Si no ha aumentado más es por la difusión de los anticonceptivos en la sociedad. Condenar la anticoncepción y a la vez condenar el aborto es una trampa para las mujeres del país que hacen caso al planteamiento.
El asunto ya ha sido discutido hasta el cansancio y con encono en numerosos países. Los países más decididamente laicos y algunas religiones han adoptado diversos grados de libre elección por parte de las mujeres. Los argumentos centrales en esto son salvar la vida de la potencial madre, no solo en un sentido biológico, sino también en uno social.
Las religiones del mundo varían en su perspectiva. Por ejemplo, muchas iglesias evangélicas, el anglicanismo o el Islam no lo aprueban, pero reconocen casos en que debe permitirse. Esta tolerancia suele pivotar en torno de la responsabilidad de la mujer frente a la sociedad representada por el embrión que aloja.
Frente a casos como esos la Iglesia Católica mantiene una actitud recalcitrante. No solo es el aborto. También en otros como la anticoncepción, la homosexualidad, o el sacerdocio femenino. Todavía resuena el mensaje de Benedicto XVI recordándoles a sus fieles africanos, acosados por el sida, que está prohibido el uso del condón.
La posición dura del Vaticano viene generando en los EEUU una corriente de personas que emigran del catolicismo a las iglesias evangélicas, para poder practicar su cristianismo sin chocar contra decisiones o condiciones que consideran valiosas, o de sentido común. Esto está al centro de la marcha de la iglesia en ese país.
Cuatro estadounidenses dejan el catolicismo por diversos motivos frente a una que se afilia de otra religión. La fe católica de los inmigrantes latinos mantiene el porcentaje general de fieles, pero al mismo tiempo el perfil social de la feligresía viene cambiando. La expresión “una iglesia de los pobres” empieza a cobrar un sentido muy distinto.
Ya algunos analistas han calculado que habría votos suficientes en el pleno del Congreso para penalizar el aborto. Pero esta no es una polémica que va a desaparecer por esa vía. Por lo pronto imponer una prohibición así en un contexto social y demográfico como el peruano resultará casi imposible, una puerta abierta al disimulo y la hipocresía.
Jue, 22/10/2009
Fuente: http://www.larepublica.pe/observador/22/10/2009/aborto-liberales-vs-fundamentalistas
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