Por Paulo Drinot
El 28 de abril, el Wall Street Journal publicó un artículo a propósito de la carta de Aprodeh al Parlamento Europeo firmado por Mary Anastasia O'Grady y titulado "Amigos del terror en el Perú" en el que la columnista pintaba una imagen del Perú que debe haber horrorizado al presidente Alan García y a su gobierno. Se trata nada menos que del periódico de negocios más importante del mundo, leído por los altos ejecutivos de las empresas más poderosas del planeta, así como por los asesores y calificadores de riesgo-país. Al leer el artículo, cualquiera podría pensar que el Perú es un país en el que la "lucha armada" continúa, donde el MRTA representa un peligro real y actual, donde Hugo Chávez y sus grupos bolivarianos están creando condiciones propicias para el caos social, donde ONGs de "derechos humanos" [sic] operan como frentes para el terrorismo y están creando las condiciones para que en el Perú ocurra lo que en Bolivia en 2003: derrumbar al gobierno para reemplazarlo con un títere de Chávez. Si algún empresario tenía la intención de invertir en el Perú, es probable que tras leer el artículo lo esté pensando dos veces.
El artículo de O'Grady está lleno de falsedades y de insinuaciones malintencionadas. Sin embargo, Aldo Mariátegui, luego de decir que O'Grady "no tiene nada de la típica gringa ingenua frente al Tercer Mundo", reprodujo buena parte del artículo en su columna del diario Correo. Lo curioso es que el 3 de mayo, el Wall Street Journal publicó una entrevista de O'Grady al presidente García. La imagen del Perú en este artículo es tan diferente al anterior que pareciera que la columnista habla de otro país. O'Grady muestra un Perú en pleno crecimiento económico, liderado por un presidente ilustrado "que cree en la conexión entre la libertad y el progreso humano", que ha vivido una epifanía neoliberal, y que tiene una visión del desarrollo en la que prima la comprensión de que vivimos en un mundo globalizado y abierto. Los principales problemas que enfrenta este gobierno son de orden administrativo y económico como implementar una reforma laboral o combatir el alza de precios, dice.
Esta vez no se menciona al MRTA, a grupos bolivarianos, a ONGs pro terroristas, a la lucha armada, solo se describe a Chávez como "dictador aspirante en Venezuela" para hacer hincapié en la diferencia entre el Perú y el país llanero. No sería de extrañar que García y sus asesores le hicieran entender a O'Grady que su artículo original representaba un peligro mucho mayor para el proyecto político y económico del gobierno que cualquier rebrote (real o inventado) emerretista o carta de Aprodeh. Este episodio revela la tensión que hay entre la retórica de éxito económico del gobierno y el uso instrumental que hace del cuco terrorismo. Es una tensión que el gobierno podría evitar si desarrollara una política hacia los derechos humanos, las ONGs y la ciudadanía, que sea digna para un país moderno y una presidencia verdaderamente ilustrada.La Republica Perù
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