Por Mirko Lauer.
La Repùblica
De pronto parece flotar en el aire más izquierdismo que de costumbre. Es algo poco focalizado, que existe entre pensamiento y sentimiento. Quizás muchos están en eso sin saberlo. O más bien tienen zonas izquierdistas y zonas derechistas coexistiendo pacíficamente en una sola personalidad. A la izquierda se le siente, pero no se sabe bien dónde está.
Los demiurgos de este clima, en que no se sabe aún si la izquierda está renaciendo o solo siendo fichada para futura referencia, son los del ala derecha del gobierno. Para el gran público, izquierda es hoy todo el que choca con el gobierno: Sutep, las ONG, DDHH, ambientalistas, algunos intereses regionales. En términos estrictos esto no es tan exacto, pues hay cada vez más liberales y centristas en esas trincheras.
Si hubiera que establecer los focos de izquierdismo en la vida social hoy, veríamos un heteróclito archipiélago donde se unen un abnegado sindicalismo, un asistencialismo con pocos recursos, el partidismo renovador, la furia periodística, la crítica académica, algunas ínfulas regionales. Es un cóctel complicado que en realidad nadie todavía ha visto en una sola copa.
La relación entre las partes de este hipotético cuerpo sociopolítico de izquierda, una lista a la que podemos añadir a muchos votantes del 2006 y a muchos de los encuestados de todo el tiempo, no es fluida, incluso a veces ni siquiera es. Hoy las partes de ese antiguo Inkarri quizás no todas piensan igual ni parecido, lo cual contrasta con la unanimidad de propósito que exhibe hoy la derecha.
¿Es la tirria contra un Alan García omnipresente, multipugnaz, contento de su nuevo derechismo, un común denominador? No lo parece. Como terreno de encuentro eso es algo que quizás estimula, pero no acumula. Los sindicatos no crecen a buen ritmo, los encuestados no se radicalizan necesariamente hacia la izquierda, en las regiones prima el centrismo administrativo.
Es fácil diferenciar hoy a una izquierda que plantea alternativas con el ojo puesto en la viabilidad, una izquierda cuyo horizonte es solo la protesta coyuntural, una izquierda que se mantiene en formas del violentismo incluso sin presencia de SL, una izquierda dedicada a avanzar la causa de las identidades populares, y así sucesivamente. Las hay, pues, para casi todos los gustos.
Pero está más o menos claro que la votación pro Humala del 2006 no sacó a las ideas de izquierda de su crisis política incubada en el paso de los años 80 a los 90. En otras palabras, es obvio que no estamos a la par con el ambiente que produce triunfos electorales de izquierda por toda América Latina. En cambio la derecha es cada vez más homogénea, y sus alianzas cada vez más eficaces.
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