El poder, como todo político sabe, no se regala a nadie, hay que conquistarlo. Esto significa que los políticos regionales y locales piensen en el país, desde su territorio, desde sus regiones y desde sus provincias, desde su gente, con politicos de las regiones, con una concepción y una cultura auténticamente regionalista, que apuesten por sus territorios. Por lo tanto, en esa lógica, mientras las regiones no participen de un sistema político que les permita generar el poder para que puedan surgir políticos autenticamente regionalistas e integracionistas seguiremos siendo un pais muy centralizado donde las regiones, al no tener autonomía para desarrollarse, pasen a ser niveles de tercera categoría. Este tipo de paìs que tenemos ahora, legado de nuestra historia, tiene que ser modificado radicalmente para construir una sociedad, un pais nuevo desde las profundas desigualdades del pueblo, de los lugares más alejados y arrinconados donde vive el último de los peruanos.
Pero ¿como surgió este país tan centralista y tan discriminador que se resiste a democratizarse?. Miremos nuestra historia muy rápidamente, lo que nos permitirá ubicarnos e imaginarnos qué podemos hacer, ahora, para vivir nosotros y para las generaciones futuras.
Desde que el Perú decidió independizarse (aunque el proceso en realidad implicó a una minoría de mestizos), las expectativas por construir un país se fueron quedando en el tintero. ¿Qué provocó esta situaciòn de parto indefinido o de mediocridad consumada en la que debemos atribuirnos responsabilidad por herencia?
Muchos son los factores a estimar: la tradicional dejadez de la que culpamos a los hispanos padres, es una de ellas. Otra puede ser el proceso de cocciòn de razas: el Perú, como territorio, era ya habitación vital para africanos y el hecho de ser Lima una especie de punto de concentraciòn y fijación de esperanzas para los aventureros europeos (no se olvide el oro de los incas como anzuelo) contribuyó a esa mescolanza que ahora definimos con elegancia como “crisol de razas” pero que, a final de cuentas, tiene mucho que ver con la extraviada identidad y el escaso amor al terruño. Por eso, cuando queremos mirar la descentralizaciòn del Poder del Estado a lo largo de la historia ha sido un proceso de marcha y contramarcha. Se avanzaba algo y se retrocedía más de lo indicado. Se avanzaba en democracia y se retrocedía en dictadura. Eso es lo que demuestra la historia: los gobiernos democráticos apuestan por la descentralizaciòn y las dictaduras buscan el poder para ellos, utilizan el poder centralizado para su provecho personal.
Todo ello motivó que la inercia intelectiva y la fijación de objetivos mas “remunerativos” que los puramente patrióticos, se constituyese en una metodología para el diseño del Estado.
Lo más barato y sencillo fue el insimismamiento del reducido espacio propio: así, el poder dominante económico se preocupò solamente de su particular entorno y una vez que se fijó a Lima como el centro del país, pues allí se establecieron todas las oportunidades y todos los destinos.
A pesar de que ya veniamos arrastrando la rebelión de Tungasuca y las escaramuzas del sur o, a pesar de que en las regiones norteñas el canto de la independencia se anticipó al propio Lima, a final de cuentas en la capital del Perú se asentaron todos los poderes y desde allí se pretendió, más mal que bien, dirigir un país que de por si era muy diverso.
Luego de ese nacimiento tan peculiar, el Perú ha tenido una serie de intentos por recomponerse. Algunos propusieron por allí una Federación, otros promovieron rebeldes autonomìas, pero patente está que todo lo intentado ha quedado en esfuerzos muy loables, en intenciones; pero a final del caso, seguimos siendo , por que todavia estamos en camino, centralistas y confusos. Esta configuraciòn socioeconómica que afecta a los más débiles con extremo, con son las comunidades indigenas y los grupos raciales minoritarios, aun no encuentra una salida coherente y en la actualidad, quienes postulamos con firme convicción que el proceso de descentralización no debe perder el paso que ha cogido con entusiasmo desde el 2003 en adelante, nos tropezamos con que el centralismo no solamente es una situaciòn organizacional de cobertura sino que está intimamente ligado al propio yo, al subjetivismo de los llamados malamente provincianos quienes nos hemos creido el cuento de las incapacidades del interior y todavia seguimos pensando que en el núcleo central territorial deben estar siemnpre puestas todas las oportunidades.
Si no fuera así...¿por qué seguimos sosteniendo por ejemplo, un Congreso Nacional afincado en la adusta Lima? ¿Quien ha configurado ese prejuicio que, para pensar mejor, debemos vivir en la capital?.
Estas preguntas que tienen la sencilla respuesta de un centralismo que seguirá vigente por muchos años más, es la barrera que tendremos que romper quienes promovemos un desarrollo paritario y , lo que es más sustancioso: una “realización” del Perú. Es decir “hacer real” a nuestro país.
Como parte de este proceso, marcado por Lima como el centro del poder virreinal, que concentraba el poder en desmedro de los pueblos del interior, se fue asentando en el Perú una cultura claramente racista que ha marcado toda la historia de nuestro país. Ahora a los gobiernos regionales se les presenta la prueba paradójica de independizar a los pueblos del interior del país de quienes se independizaron de los españoles; falta independizar a la provincias, de Lima. Lima alcanzó su libertad. Aquí está el reto de los politicos locales, de conquistar el poder y no esperar que alguien se lo regale; históricamente nunca ha sucedido ello. Pero, para tener una toma de conciencia más profunda e histórica, queremos reflexionar, de paso, sobre esa relaciòn racismo y centralismo. Para ello regresemos a la historia peruana colonial y republicana. Como afirman muchos historiadores peruanos y extranjeros, la colonia para nosotros significó la ruptura estructural de nuestra realidad, en lo andino, en lo indígena y en lo urbano, lo limeño, lo criollo. A partir de ese enorme abismo provocado por la colonia, se escribieron la historia peruana desde “la historia de Lima” y de las elites del paìs, como afirma el historiador Peter Klaren, sin tener en cuenta, lo que llamò Jorge Basadre, “el Perú profundo”, el Perú de la heterogeneidad, de la desigualdad y de la diversidad cultural y productiva; de la diversidad territorial, dividida por sus cuencas, subcuencas y subespacios, en los que la vida humana se ha desarrollado y sigue desarrollándose de manera subordinada y dependiente. Para justificar este tipo de Estado-Nación, la historia se escribía desde arriba sin mirar al mundo andino; la interpretaciòn del Paìs se daba a partir de lo señorial limeño, asumiendo que era todo el Perú; no había, pues, una historia desde abajo, de los olvidados; excluida de esta forma la masa indigena se trataba de una integración artificial en donde la polìtica y los polìticos utilizaban el poder para mirar el Perú desde Lima, cómo querían que sea Lima, con una visión nacional desde las realidades de ella.
En ese sentido, el Perú de hoy no es solo el producto de una conquista sangrienta de los españoles a una sociedad organizada e integrada social, económica y polìticamente sino es una sociedad dividida y etnicamente heterógenea, una sociedad fracturada en su tejido social andino, mayoritario. En base a ello, el Perú “real” se fue formando como bloque social de frustraciones y rebeliones, luchas y presiones sociales.
Ese tipo de relación fue conformando, históricamente, un Perú muy centralizado, asfixiante, como uno de los más centralizados de América Latina. Esta centralización en nuestro paìs se da desde una dimensiòn espacial, económica, polìtica y cultural . Una de las causas históricas mas importantes de esta situaciòn ha sido el centralismo del Estado peruano, forjado en el periodo colonial como un medio para recaudar tributos y para gobernar el virreinato desde su capital. Esta herencia colonial nunca fue tratada con éxito por los diferentes partidos políticos y gobiernos republicanos; siguieron haciendo politica desde Lima, reafirmando de esta forma el centralismo limeño como una negaciòn de la integración de la Lima señorial y las provincias indias; cada uno de estos estamentos sociales han seguido su curso en donde la continuidad del racismo fue siempre el barómetro para medir la valoraciòn de lo humano, de lo moderno, de lo europeizante. En ese sentido “la piel de indio no cuesta caro” (Julio Ramon Ribeyro) o “la república sin ciudadanos” (Alberto Flores Galindo) expresan que el racismo no se eliminó con la República, persistió frecuentemente en muchos casos, por la forma como trataron los gobernantes, los politicos y los intelectuales el pais desde la narrativa de Lima. Este centralismo limeño vinculado al racismo colonial, como repito, expresó y expresa la negación de la integraciòn entre Lima centralista y las provincias dependientes; historicamente cada uno ha seguido su propia dinámica olvidándose, negándose que son parte de un mismo proceso peruano. La calificación de los limeños como los inteligentes, los criollos, los mistis; y a los provincianos como los olvidados, los menospreciados, con desventajas para actuar en la polìtica, en los espacios públicos, siempre marginales y dependientes; fueron los signos de la centralizaciòn del poder en Lima. Como expresan muchos analistas y sociólogos, la forma de vestirse, los modales, los comportamientos limeños respondían a niveles de mejor educaciòn y habitat moderno frente a un provincianismo sumiso y con hábitat de condiciones negadas por los bienes generados por la sociedad. Esta forma de visión centralista en la década del 50 se fue profundizando pues lo andino fue visto como una población “sucia, ignorante” surgiendo, de esta forma, dos Perú bien diferenciados. El mestizaje culmina en la década del 80 cuando los migrantes provincianos ponen un nuevo rostro a Lima, mas relacionado con lo que es el Perú pluricultural y multilingue. Este Perú real, al tomar Lima, obligò a cambiar sus reglas a los partidos tradicionales, exigiéndoles a pensar en lo nacional desde las provincias. Aun con este mestizaje se sigue manteniendo politica, economica y culturalmente, esa divisiòn heredada de la Colonia; el Perú real con el Perú formal. Este incensante mestizaje de la capital, como afirmò Flores Galindo, fue el inicio de un fenómeno subversivo, “el indio amenazó, sitió y conquistó Lima” pero ha seguido siendo marcado por el racismo, la regla de oro del centralismo.
El racismo y el centralismo conceptualmente son dos problemas independientes . Sin embargo, en el caso de la sociedad peruana, su proceso de desarrollo histórico hace que Lima capital se vaya constituyendo en un poder centralizado como heredera de un Estado colonial que se habia formado desde una óptica de dominaciòn de las élites coloniales de tipo señorial hacia las provincias; lo que condujo politicamente, a que Lima sea la ciudad hegemónica, con la incesante negaciòn de la presencia y existencia de una masa de indios que ocupaban espacios heterogéneos y desarticulados. El centralismo politico permitió que los abismos de la incomprensiòn de la vida provinciana se fueran profundizando más allá de la voluntad de los gobernantes que llegaban al poder central. Así, Lima se fue convirtiendo en una ciudad del poder centralizado de lo economico y de lo polìtico y aun el mestizaje actual no ha podido romper la imagen de un país fracturado y disgregado.
Quizá ya no sea oportuno relatar toda la secuencia histórica que ha seguido el proceso republicano en nuestra patria, suficiente con lo mostrado la forma de vida colonial. Eso todos lo conocen con suficiencia; lo que hemos hecho es traerlo a la memoria para que la conquista del poder ahora , sea real “desde abajo hacia arriba”. Ahora es el momento de proponer cambios pero que trasciendan el artículo y el discurso. No olvidemos la esencia del problema, aquel del “Palais Concert” donde realmente Abraham Valdelomar describe la situaciòn con patético realismo.
Ahora, la oportunidad que facilita el entorno global nos autoriza para iniciar una construcciòn del pais que siempre hemos postulado y el “siempre” lo expreso por que alli están los textos de Mariátegui y los discusos de Victor Raúl, de Belaunde y los reclamos que aúllan desde los tiempos del Cacique de Condorcanqui; amen del practicismo con que Paniagua asumió el corto trecho de su comando. Ahora el entorno se descentraliza a la par que la tecnología distribuye convenientemente las oportunidades. Ya no tenemos que desplazarnos para captar la mejor informaciòn: la tenemos en las manos. Ya no debemos ingresar fisicamente en las mas caras universidades del pais para acreditarnos. Ya no debemos esperar la lentitud de los antiguos modos comunicativos para estar al dia y poder opinar. Es decir, ahora podemos estar presentes en todo momento y en todo lugar con el don de la ubicuidad que te da el mundo virtual. Queremos dar énfasis, aun manteniendo estos grandes adelantos tecnológicos, sobre la descentralizaciòn que hoy estamos viviendo, en este mundo de grandes modernidades o, como se dice, de globalización. Esta descentralizaciòn que nos da oportunidad de redistribuir el poder a través de la regionalizaciòn, es consecuencia de los grandes movimientos sociales y regionales que se dieron en el Perú en las décadas de los 70 y 80; muchos dieron su sangre y su vida por que el paìs sea de todos; murieron por la conquista no solo de sus reivindicaciones de tierra o salarios, sino-también- por tener mejores condiciones de vida; ello implicaba una redistribuciòn del poder polìtico, social, económico y administrativo. Estos movimientos provocaron la necesidad de reformar el Estado, por ejemplo el Estado Oligárquico, por un Estado liberal y democrático; y ahora con el proceso de descentralizaciòn que estamos viviendo, el pueblo está cuestionando la forma centralista del gobierno, del régimen actual por un gobierrno que esté en manos de las regiones, donde las decisiones se tomen cara a cara; sin embargo, cuando los presidentes regionales comienzan a asumir una cierta autonomìa en base a sus mandatos, nosotros mismos comenzamos a cuestionar y pensar , mejor seria hacerlo de mutuo acuerdo con el gobierno central; el hecho de que el poder se reparta con las regiones no quiere decir que esas instancias se desliguen de la visiòn nacional por que nuestro paìs va a seguir siendo un Estado unitario; ahora las perspectivas de desarrollo nacional deben recoger las perspectivas locales y regionales; son estas las que deben alimentar ese Gran Proyecto Nacional tantas veces postergado por las coyunturas polìticas y por las diferencias de nuestra clase polìtica.
En ese sentido, hoy, como nunca, construir un pais nuevo es un asunto de asumir responsabilidades.
Las expectativas del interior del Perú han tenido gran variante. Con riesgo de equivocarnos, el proceso violento que se postuló por las organizaciones levantiscas desde la sierra o la selva peruanas, ha dejado de tener vigencia. Ahora la propuesta es compartir el poder central con el país, con la sociedad toda, lo que va por el campo de la inteligencia “voluntarista”. Las partes deben ser mucho más honestas en la tratativa. La transparencia en la acción es un ingrediente de la mayor importancia y la honestidad en la gestión pública, es la mejor carta de presentaciòn para el diálogo. Ahora las mesas de participaciòn ciudadana se constituyen en instancia deliberante y poco a poco van ganando espacios para ser cogobernantes. Pero todo alrededor sigue siendo un tema de ACTITUDES.
Quienes ocupamos cargos estratégicos en la administraciòn del Estado- quien escribe esto es orgulloso Presidente regional en el Norte- tenemos que asumir el reto de construir este país que han visionado históricamente los ancestros. Un país igualitario y respetuoso entre ciudadanos. Un país inclusivo que extienda la mano -no solamente en el verbo sino en la práctica diaria- a quienes aun no alcanzan las oportunidades. Este pais, para descentralizarse, tiene que seguir abriendo puertas, todas las que se pueda; y acercar el gobierno hacia la ciudadanìa. La descentralizaciòn peruana es un proceso de aproximaciòn, se podría decir “allegamiento” como hacen los más creativos. Pero también, perdonen la necedad y la insistencia: todo tiene que pasar del dicho al hecho.
Si nos dedicamos al análisis vamos a darnos cuenta de que el proceso de centralismo no ha sido uno de enfrentamiento entre Lima, la capital, y las ciudades o departamentos del interior. No tengo por lo menos un testimonio de alguna guerra intestina, al margen de las bromas que corren sobre la pretendida autonomìa de Arequipa. Pero si hay un trasvase de personalidades que cambian de acuerdo a su ubicaciòn geográfica. Los mejores talentos de provincias siempre han tendido a ubicarse en la capital y luego de ello han asumido poses centralistas que nos llevan a pensar que siempre el peor enemigo del “paisano”es el mismo “paisano” cuando se viste con la elegancia del Palais Concert.
Ello nos debe conducir a un análisis de personalidades y opciones. Los mejores talentos del Perú han pasado por la vitrina limeña pero su paso sigue siendo un abandono meteórico de su origen. Salen escapando del barrio provinciano y se van allende los mares tratando de cerrar los ojos a su antigua cuna. ¿Cuándo se tiene que detener este proceso? Claro que existen las puntuales excepciones pero no se ha llegado a institucionalizar la necesaria reversión. Nuevamente debo recurrir a que los actuales encargados de la gestión pública y privada- atenciòn Sociedad Civil organizada- deben contribuir en la redistribuciòn de las opciones. Cada vez más los grandes eventos deben repartirse por toda la patria. Cada vez más se tiene que pensar en los departamentos como potencialidades humanas y cada vez menos se deben mirar como fuentes de recursos que compongan nuestra economìa. El Perú tiene una gran carta para construirse, AHORA. No podemos esperara que los tiempos cambien.
Por eso la descentralizaciòn es una de las opciones políticas de integracion desde “abajo” como parte del proceso de democratizaciòn de la sociedad con un enfoque “nacionalista”. Una propuesta de desarrollo nacional descentralizada desde las potencialidades internas de la sociedad peruana es una de las estrategias claves para el desarrollo a largo plazo.
Creemos que la descentralizaciòn, entendida como la transferencia de los poderes economicos, administrativos y politicos a los gobiernos locales y regionales, es fundamental para generar riqueza y gestionar en función de un desarrollo descentralizado del paìs. Nuestros actuales departamentos tienen como eje de su economìa el sector rural y, dentro de ello, la actividad agroindustrial se viene constituyendo como el pilar de la gestiòn de la riqueza dentro de una sociedad peruana heterogénea, atravesada por las desigualdades productivas y con una economìa que se concentra en algunos departamentos como Lima, donde están centralizadas las inversiones privadas y públicas asi como como los servicios de diversa índole; igual sucede con el presupuesto nacional.
La descentralizaciòn que hemos iniciado, a partir de las elecciones de noviembre del año 2002, es una oportunmidad para buscar un desarrollo descentralizado e integrado a la sociedad peruana. Este proceso en actual marcha, esta generando expectativas mas allá de lo que plantea la misma Ley, sobre todo en la solución de los problemas regionales históricamente manejados desde Lima pòr gobiernos centralistas y autoritarios. Los pueblos, mayormente los sectores sociales marginados por el Estado centralista, están poniendo su confianza en los gobiernos regionales con un claro mensaje de que “ahora sí somos escuchados y el presidente regional va a resolver nuestros problemas”. Requerimos formar regiones con gran capacidad de negociaciòn con el gobierno central y otras instancias de poder e ir rompiendo las formas de gestión departamentalista; la única manera de generar riqueza interna que vaya eliminando la ruptura histórica de nuestro desarrollo económico integrado previa a la conquista colonial. Solo con esta estrategia podemos solucionar los problemas de hambre, de empleo y de fragmentaciòn social histórica entre lo andino y lo limeño.
El proceso de regionalizaciòn es un medio que debe crear condiciones favorables para fortalecer la descentralizaciòn, la democratizaciòn del ejercicio de poder a través de una distribuciòn del mismo a niveles subestatales, acercando el poder a la ciudadanía, como el anhelo de la nación peruana. En ese sentido, la descentralización, es el ejercicio y ampliaciòn de la libertad para desarrollar iniciativas creativas con miras a forjar una cultura polìtica regional que no solo incentive el rescate de los valores culturales sino tambien promueva el desarrollo de opciones de hacer polìtica desde lo regional vinculado a lo nacional sin caer en el caudillismo histórico. Lo interesante del proceso de regionalizaciòn es, entonces, apostar juntos por grandes cosas, desde nuestras riquezas, fuerzas y capacidades internas con la participaciòn descentralizada del gobierno nacional, de la sociedad civil, de los empresarios; complementado con la cooperaciòn internacional. Esta forma de mirar el desarrollo de las regiones nos conducirá a asumir el diálogo como pares con las instancias nacionales, que por ahora “siguen miràndonos a los provincianos como de segunda categoria”.
La democratizaciòn descentralizada del Perú es una aspiraciòn de este Perú “real” que está obligando a cambiar el rostro político y económico de la sociedad peruana que, aun conservando su pluriculturalidad, quiere ser parte activa en la construcciòn de una propuesta de Estado-Naciòn desde las aspiraciones de los de abajo, con líderes provinciales que apuesten por la formaciòn de movimientos polìticos en apoyo a la construcciòn de un Partido, desde las provincias, con peso nacional.
Una contribuciòn a esto es nuestra reflexiòn. Empecemos cambiando los parámetros. Organicemos a la economía para que se reubiquen también los empresarios. Hagamos la descentralizaciòn fiscal. Y constituyamos emporios alternos. Tampoco se pueden dejar las cosas al albedrio del entusiasmo. Todo debe caminar por la ruta de la planificaciòn. Pero -tambièn- debe aprovisionarse a los actores con bastante solidaridad y amor comunitario. Esa es la tarea que debemos emprender. Y atenciòn que también es una tarea por la que nos pedirán cuentas.
La construcciòn de ciudadanìa empoderando a los marginados históricos es uno de los ingredientes para el cambio. Debemos reforzar los proyectos de capacitaciòn. Hay que provocar-también-la reacción de los centros de estudios superiores. Asi como perciben derechos de canon deben contribuir con el desarrollo. Las universidades, por ejemplo, deben orientarse correctamente. No es este un mercado para la oferta de grados posteriores y maestrias; la tarea educativa no puede ser coaccionada a convertirse en negocio para unos fulanos y carencias para unos menganos. El país necesita reconstruir sus propias expectativas.
Y conste que ahora no podemos acudir a “darle tiempo al tiempo”. El tiempo ya nos dejó muy atrás.
¡Desde hace tanto tiempo!. ¡Nadie regala poder, hay que conquistarlo y /o construirlo desde nuestros territorios!
YEHUDE SIMON MUNARO.
Pdte. del PARTIDO HUMANISTA PERUANO.
Fuente. Web del Partido Humanista Peruano
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