lunes, abril 27, 2009

Del anonimato a liderar la "revolución" en Ecuador


Rafael Correa era un extraño dentro de la politica ecuatoriana en el 2005. Hoy, ha sido reelecto presidente por la gran mayoría de su población

Quito (EFE). El presidente de Ecuador, Rafael Correa, que hasta el año 2005 era un completo desconocido en la arena política del país, se ha erigido como el líder de la “revolución” de las estructuras políticas de esta nación, que hoy le otorgó una nuevo espaldarazo en las urnas, por sexta vez consecutiva.

Implacable con sus adversarios, Correa no ha dudado en echar mano de cuanta intervención pública ha podido para atacar lo que él llama “partidocracia”, en alusión a los partidos políticos tradicionales que, cree, son los responsables de gran parte de los males del país.

Correa, de 46 años, salió a la arena pública en 2005 cuando formó parte del llamado grupo de los “forajidos”, como se denominó a los quiteños que participaron en las protestas contra el Gobierno de Lucio Gutiérrez, que fue destituido ese año por el Congreso.

Tras ello, fue, durante 106 días, ministro de Economía y desde ahí dejó sentir su pie firme contra organismos como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), de los que se ha separado durante su Gobierno, que comenzó en 2007, para acercarse más a organismos regionales de crédito.

Pese al temperamento fuerte, que le critica la oposición, Correa se mantiene como el presidente más popular que ha tenido Ecuador en treinta años, sus seguidores lo reconocen como tenaz, fiel a sus principios, y la ciudadanía lo respaldó al aprobar su proyecto de una nueva Carta Magna.

Para muchos, Correa, nacido en Guayaquil el 6 de abril de 1963 donde, según él mismo ha dicho, tuvo una infancia dura, encarna el cambio con la llamada “revolución ciudadana” que, opina, requiere el país para acabar con la desigual distribución de la riqueza y avanzar hacia el denominado “Socialismo del Siglo XXI”, que abandera el presidente venezolano, Hugo Chávez.

La inversión social, una política económica nacionalista, una posición antiimperialista, el enfrentamiento al neoliberalismo y un fervor por la integración latinoamericana han marcado el quehacer de Correa en el Gobierno.
“Nosotros (de) ser privilegiados con el voto popular, continuaremos construyendo la patria grande que soñó (Simón) Bolívar, José Martí y todos nuestros grandes hombres”, dijo hoy.

Los reclamos de la oposición por su acercamiento a países como Venezuela, Bolivia, Irán y China no han tenido eco en la Presidencia, que asegura que su vinculación con esas naciones no significa un alejamiento de los tradicionales mercados de los productos ecuatorianos, como Estados Unidos o la Unión Europea.

Sin comprometerse con grupo político alguno, Correa ha logrado el apoyo de amplios sectores populares y el alejamiento de otrora poderosos grupos sociales, como la Confederación de Nacionalidades Indígenas, lejos de restarle respaldo popular, le han servido para afianzar su imagen de hombre coherente, aunque la oposición lo cree irreverente, autoritario e impulsivo.

Correa ha criticado a los líderes indígenas acusándoles de tener poca madurez política, pero se ha acercado a las bases, a las que ha apoyado con programas sociales, de salud y educación.

De verbo fácil y con tendencia a responder airado a quienes le critican, Correa no dudó en llamar “canalla” a un diputado que aireó que su padre estuvo en la cárcel por traficar drogas a EE.UU., ni en pelear con el presidente colombiano, Álvaro Uribe, en una cumbre del Grupo de Río frente a las cámaras de televisión.

También ha dicho que antes se dejaría “cortar la mano” que renovar el contrato con EE.UU. para el uso de la base de Manta y calificó de “absolutas mentiras” las presuntas conexiones que se le han adjudicado con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Su frontalidad se ha extendido en diversos campos y, por ejemplo, ha criticado las políticas migratorias de los europeos, y lo que considera abusos de las empresas multinacionales, en especial en el sector petrolero, en su operación en este país andino.
Ignoró a los que vaticinaron querellas por el cambio de los contratos con las petroleras, por su decisión de no pagar ciertos tramos de la deuda externa o por su pretensión de comprar otros con un 70 por ciento de descuento.

Economista de profesión, con títulos de universidades de Ecuador, Bélgica y EE.UU, Correa se define como un “cristiano de izquierda” y en su proyecto de “revolución ciudadana”, que sigue la senda del “Socialismo del Siglo XXI”, defiende “la supremacía del trabajo humano sobre el capital”.

Correa, que ha escrito varios libros y numerosos artículos sobre economía, está casado con la ciudadana belga Anne Malherbe, con la que tiene tres hijos: Sofía, Anne Dominique y Rafael Miguel.

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