A Contracorriente.
Javier Diez Canseco
El "Perro del Hortelano" ni come ni deja comer. Y el problema del Perú –según el novedoso aporte teórico de nuestro narrador político estrella, Alan García Pérez– es que hay una jauría suelta de esta especie canina que, a pesar de su insignificante tamaño, confunde a la gente, desorienta a los ignorantes (la mayoría que "no comprende ni razona críticamente", producto de una "educación de precarios contenidos y mala calidad", que –claro– es del SUTEP y no del Estado) y les impide apreciar la extraordinaria situación de progreso que vivimos.
Esta jauría es el problema. Es la responsable de que la popularidad de García esté por debajo del tercio y que la mayoría desapruebe su gobierno. ¿La inflación que aleja los alimentos básicos de la mesa popular? ¡Qué ocurrencia! ¿La desprotección del agro con el TLC, la falta de crédito y apoyo técnico, la amenaza de privatización del agua o la incondicional política a favor de la minería en desmedro del agro? ¡Demagogia! ¿El malestar de los trabajadores por la desprotección de sus derechos, por los services y contratos no personales o porque las utilidades empresariales suben por ascensor y los sueldos y salarios no lo hacen ni siquiera por escalera? ¡Qué ocurrencia! ¿La escandalosa desigualdad entre los enormemente ricos y los miserablemente pobres? ¡Calumnias! ¿Pobreza de millones? ¿Acaso no dedica el gobierno S/. 3,278 millones anuales a programas sociales (metiendo en un saco programas de construcción con asistenciales)? ¡Sólo a la jauría se le ocurre recordar que las empresas mineras han obtenido ganancias extraordinarias por más de S/. 30,000 millones el 2007! ¿La sensación de que los extranjeros son los que mandan y reciben privilegios mil, mientras los nacionales son tratados con la punta del pie? ¡Resentidos! ¿La respuesta con plomo a los agricultores que piden pan en marchas? ¡Infiltrados con armas caseras!
A García no lo confunden. Tiene claro que esta es una jauría pequeña, diminuta. Dice: "jamás llegan a movilizar entre bloqueos y marchas a más de 10,000 activistas agresivos y callejeros". ¿Acaso alguien recuerda que en los últimos 19 meses han paralizado y se han movilizado –en ciertos casos varias veces– más del 60% de las regiones del país y numerosos sectores sociales como los agricultores, los mineros, los cocaleros, el magisterio, los médicos y trabajadores de salud, los despedidos, los textiles, las comunidades afectadas por la minería, los docentes y estudiantes universitarios, etc.? No se confunda: el tema está en esa minúscula jauría que, aun sin medios (porque la mayoría opera como en el fujimorismo, alineados), resulta muy influyente.
Por tanto, la estrategia la tiene clara. La solución es simple: muerto el perro, muerta la rabia. Y para matar al perro pues hay que identificarlo, aislarlo (excomulgarlo dirían Cipriani y Rey), enjaularlo y destruirlo. Algo parecido al discurso sobre guerra de baja intensidad que Martin Rivas se despacha –en materia antisubversiva– en la entrevista con Umberto Jara. Y es que –no se confunda– la demanda social es subversiva.
Para eso se han preparado. Han ido cambiando la legislación para criminalizar la protesta social y establecer fuertes penas a los que se movilicen. Han amenazado a las autoridades que se plieguen a ellos. Han autorizado el manejo impune de armas de fuego por elementos de las fuerzas del orden y hasta tientan legalizar el "arresto ciudadano" para que las jaurías de búfalos (como en Chimbote meses atrás) operen impunemente. Han declarado estado de emergencia en varias provincias. Y tenemos los infaltables psicosociales: hay terrorismo peruano-chavista, que se organiza en congresos internacionales públicos, tiene millonario financiamiento y desarrolla eventos en Ecuador y en Chile. ¡Nos están cercando con ideologías internacionalistas! (¿Se acuerdan de la llamada Alianza Popular Revolucionaria Americana: APRA de antes?) Opera la Dircote, presurosa. Y los titulares de diarios, radios y TV comprometidos en acabar con la rabia que amenaza el extraordinario modelo económico y social que gozamos los peruanos, se prestan al unísono.
Pero saben que aplicar esta estrategia quiere decir afianzar el bloque sanitario que acabe con la rabia. Sumar al equipo médico a la Dra. Lourdes, afirmar a la Magíster Keiko y su ilustrísimo padre, arrastrar a todos los tránsfugas que se presten por miedo a desafueros o por hambre de privilegios. La unidad no tiene precio.
Y así, seamos claros amigos, vuelven no solo la inflación (que ya espanta a muchos de los más pobres) sino la impunidad y los asesinatos "fantasmas" como los ocurridos en Ayacucho. Interior no sabe nada y hay armas caseras de mayor precisión que las regulares para meterle cinco balazos en la cabeza a dos campesinos que piden pan y reciben plomo. ¡Como en los viejos tiempos! Sólo falta Mantilla en Interior. La guerra de baja intensidad se está instalando.
La Republica Perù
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