Por Mirko Lauer
¿Es el de Barack Obama el más reciente triunfo electoral de la izquierda en el continente? En unos aspectos sí, en otros no. Pero el balance tiene que ser que no tanto. No es la primera vez que el progresismo mundial se entusiasma con un recién llegado demócrata. Pero los intereses de Washington siempre son los intereses de Washington.
Las primeras 120 horas de la administración Obama empiezan a mostrar algunas diferencias: el cierre de la cárcel de Guantánamo, la restitución de fondos para abortos, los primeros llamados de atención a China, sobre todo en medio ambiente y derechos humanos. Todas cosas que confirman y definen un ánimo liberal.
Pero es en economía donde Obama va a tener todo el espacio que quiera para moverse hacia la izquierda, si eso es lo que quiere. Una carta abierta que le dirige Paul Krugman (el mejor pronosticador y explicador de la crisis asiática de los años 90) en Rolling Stone este 22 de enero le sugiere radicalizar las medidas de Franklin D. Roosevelt a inicios de los años 30.
Lo anterior significaría sobre todo nacionalizar bancos y convertir al Estado en un importante empleador de personas en dificultades. Lo cual para los neoliberales que, como sugiere Obama en su discurso inaugural, fabricaron esta crisis usando la codicia como materia prima, significaría la aparición del demonio y una distorsión terminal del mercado.
El llamado de atención a China es coherente con el esquema que empieza a delinearse. Pues para los EEUU (y no solo para ellos) la capacidad productiva que hoy cae en picada en su país no podrá restablecerse si se mantienen las formas actuales de competencia que practica China, y que es prima hermana del dumping.
Imaginemos, entonces, a un Obama muy liberal y progresista en lo social, y muy nacionalista en lo económico. Como en tiempos de James Carter (1977-1981), su administración va a utilizar los derechos humanos y las libertades políticas como instrumentos de política exterior, lo cual incluye por cierto a la política económica frente al mundo.
Es eso –DDHH y libertades políticas– lo que va a imponer los límites de un proceso de apertura frente a Cuba, y lo que va a imponer también límites a la competencia comercial de las democracias y las satrapías del Asia. Como sabemos, esa es una vara muy flexible con distintas medidas para diversas circunstancias.
Veremos, pues, un plan de rescate de la economía de los EEUU, no de la economía mundial. O para decirlo más claro, alguien afuera va a tener que asumir parte de la factura de la recuperación en los EEUU. Por lo pronto el acceso al mercado de ese país se va a volver más difícil. Primero porque este se está reduciendo. Luego por normas nacionalistas no escritas.
Es probable que la crisis mundial haya entrado ya en la etapa de sálvese quien pueda, lo cual refuerza la idea de que las cosas todavía tienen que empeorar mucho para empezar a mejorar. El llamado a que China deje de manipular el yuan, y con ellos todos sus factores de la producción, tiene todos los visos del inicio de una guerra comercial.
Dom, 25/01/2009 La Republica
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