El integrismo no existe solo entre los Talibanes o las iglesias evangélicas neoconservadoras de Estados Unidos. Es parte de la doctrina de los lefebvrianos, del Sodalitium, del Opus Dei. Y ahora ha aparecido con fuerza en el gobierno italiano de Silvio Berlusconi, aunque detrás está un proyecto autoritario.
Una aparente oposición a que se le quite la alimentación y la hidratación a Eluana Englaro, desde hace 17 años en coma irreversible, que había expresado antes que perdiera sus facultades su voluntad de no ser mantenida artificialmente con vida, es la justificación para hacer explotar la democracia.
Ignorando la separación de poderes, regla básica del estado de derecho, ha retado a todos los poderes de la República: al presidente Giorgio Napolitano, a las cámaras parlamentarias y al Poder Judicial.
Una larga lucha legal del padre de Eluana, que llegó al Tribunal Supremo, permitió que se dictaminara a favor de la familia, que buscaba no prolongar su agonía.
Pero Berlusconi ignoró la orden judicial y, buscando la confrontación, exigió a Napolitano que firmara un decreto de urgencia para impedir la muerte de Englaro, sabiendo que no lo haría. Y el primer ministro aprobó el decreto pese a que, sin la firma del presidente, el texto no entrará en vigor.
Ahora ha llamado al Parlamento para aprobar la ley de inmediato. “Luego llamaré al pueblo a retocar la Constitución para cambiar el método que rige los decretos urgentes”, ha dicho.
Ese parece ser el verdadero motivo de toda esta campaña en la que ha utilizado el caso de una mujer que no puede defenderse para ungirse como caudillo.
Berlusconi se llena la boca con argumentos a favor de la vida. Pero no se diferencia mucho del nazismo, que consideraba a los Roma (gitanos) un problema social que debía solucionarse mediante una reestructuración racial. La reciente ley de seguridad obliga a los médicos a delatar a los inmigrantes ilegales que acudan a sus consultorios.
Para lanzar su proyecto autoritario, Berlusconi no repara en nada. Desprecia el dolor de una familia que hace 17 años ve cómo su hija es “continuamente invadida en su cuerpo, objeto de una violencia que ella habría definido como inaudita, inconcebible e inaceptable”, como señala su padre. Promueve la xenofobia, haciendo ascos a los ilegales “inferiores”, y hará un registro de “vagabundos” en estos momentos de crisis del empleo.
Si no es fascista, Il Cavaliere Berlusconi se parece como dos gotas de agua al “Duce” Mussolini.
Julio Altmann
Editor Diario La Primera Peru
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