Alberto Adrianzén M. (*)
Estimado Comandante y Embajador Tomás Borge:
Quisiera agradecerle por sus comentarios aparecidos en el diario La Primera el martes 15 a una breve entrevista que se me hizo sobre la propuesta del presidente Hugo Chávez de considerar a las FARC como una fuerza beligerante en el conflicto colombiano. En este país el debate es escaso, por eso sus comentarios siempre serán bienvenidos. Aquí existe la limeñísima costumbre de no debatir, más aún en estos tiempos en los cuales el "pensamiento único" campea en estas tierras.
Quisiera decirle en primer lugar que no dije, como se afirma en ese diario, que "en resumen (las FARC) tienen que ser deshechas". Lejos están mis posiciones de tamaño propósito. "Deshacer" a las FARC como solución solo conduce a más violencia. Como bien sabe, Colombia es azotada desde hace varias décadas, incluso mucho antes del surgimiento de las FARC en 1964, por una violencia que les ha arrebatado la vida a cientos de miles de colombianos.
Soy, por lo tanto, partidario de una solución pacífica y negociada al conflicto armado. Soluciones como las que propicia el Plan Colombia, promovido (e impuesto) por los EEUU, retroalimentan esa misma violencia. En ese sentido, soy también partidario, como propone el Polo Democrático Alternativo (organización de izquierda colombiana), de que las FARC sean consideradas una "fuerza insurgente". El motivo es que una "fuerza insurgente" a diferencia de una "beligerante" no puede recibir ni el apoyo ni el reconocimiento político de otros países. La propuesta del Presidente Chávez no sólo "internacionalizaría" más el conflicto armado colombiano sino que nos podría llevar a escenarios inimaginables. Si algo necesitamos los latinoamericanos hoy, es paz, justicia y democracia para resolver nosotros mismos nuestros problemas. Por eso creo que la propuesta del Presidente Chávez es un error, además de poco práctica. Encuentro muy difícil que Colombia la acepte. Nada le costaba al Presidente Chávez decir "insurgente" en lugar de "beligerante" y así coincidir con las corrientes más progresistas colombianas. Además, como usted señala, las FARC no son los sandinistas ni la Colombia de hoy es la Nicaragua somocista.
De otro lado, soy conciente del drama colombiano. Siempre me ha llamado la atención la élite colombiana, tan educada y formal, pero al mismo tiempo tan violenta y mafiosa. La historia de ese país puede dar ejemplos de cómo conviven con los paramilitares, el narcotráfico y el crimen organizado. Bastaría leer los diarios colombianos para saber cuán penetrada está hoy por el llamado "paramilitarismo". Por eso soy muy crítico del actual gobierno, pero también reconozco que fue elegido democráticamente por un pueblo agotado por una violencia que no tiene sentido.
muchos años, en 1990, asistí a una reunión en Colombia en la que se encontraba el jefe de una pequeña guerrilla de ese país. Recuerdo que dijo: "Para nosotros la lucha armada fue un instrumento para construir un nuevo orden, hoy lo que genera es un gran desorden, por eso hemos decidido abandonarla". Creo que eso –y lo digo con mucha modestia– les ha pasado a las FARC. Ellas apostaron en la década de los ochenta por la política y las elecciones. Crearon, junto con el Partido Comunista Colombiano, la Unión Patriótica. El resultado fue el asesinato de miles de sus líderes y cuadros por narcotraficantes, paramilitares y las fuerzas de seguridad de ese país. Una verdadera masacre. En ese momento las FARC volvieron a lo que sabían hacer: la lucha armada. Ahí, creo, se perdieron como querían sus enemigos. Por eso las FARC son también parte del drama colombiano, producto de un sistema excluyente, dominado por terratenientes, militares y mafias, y que hoy muchos luchan por democratizarlo como el Polo Democrático.
Por eso el secuestro, como instrumento político, es el mejor ejemplo de cuán "perdidas" están hoy las FARC. Nadie ni nada puede justificar ello. Tampoco puede ser utilizado como un mecanismo de chantaje para lograr el reconocimiento político. Si las FARC quieren ser reconocidas como fuerzas insurgentes y recuperar un poco de legitimidad lo primero que tendrían que hacer es liberar a todos los secuestrados y terminar con los "campos de prisioneros", que no son nada revolucionarios.
Comandante, quisiera escribirle otros cosas pero es corto el espacio. Creo que todos los latinoamericanos debemos estar muy agradecidos de la Revolución Sandinista, que nos devolvió dignidad y orgullo. Acabar con la satrapía somocista es parte de nuestra historia. Pero también agradecerle otros gestos: resistir heroicamente la agresión norteamericana, convocar y perder las elecciones y entregar el gobierno. Esos también son gestos revolucionarios. Y ese es el camino que queremos seguir: construir una democracia justa, igualitaria, libre y soberana. Lo mismo por lo que luchó César Augusto Sandino en su país.
Se despide con un fuerte abrazo,
(*) www.albertoadrianzen.org
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