sábado, junio 13, 2009

La aritmética política de los muertos

Por Mirko Lauer

Mirado en retrospectiva, las voces de extrema derecha que desde los medios recomendaron mano dura al gobierno le han fletado su primera derrota seria frente al movimiento social. No importa la contabilidad que se haga, son los muertos de Bagua, mucho más que los manifestantes mismos, los que han definido el retroceso del gobierno.

Tan es así, que la primera preocupación de los jefes de la movilización fue inflar el número de muertos más allá de toda prueba. Arrancó Martha Ramírez, del Comité de lucha indígena de Iquitos, con 150 muertos. El récord hasta el momento lo tiene Shapión Noningo (Aidesep), 250 cadáveres para IVKE de Caracas.

Pero la extrema derecha no era la única sedienta de sangre, una porción de los organizadores de la movilización en Bagua contaba con una confrontación armada, y la obtuvo. No contaban con la mansedumbre de los policías, que trágicamente voltearon el partido en contra de sí mismos, y obligaron a acudir a muertos no demostrados.

Esta coincidencia en la búsqueda de un desenlace sangriento es de manual: la llegada de la violencia siempre arrincona al centro político y potencia las opciones de los extremos.

Hemos visto cómo en horas al humalismo pasó de su habitual moderación a radical, y la agenda de la protesta pasar del reclamo de cambios puntuales a un pedido de vacancia del gobierno. Aunque no se llegó allí, para algunos opositores la hoja de ruta por un momento fue replicar la suerte de Gonzalo Sánchez de Losada o Carlos Mesa en Bolivia, o Abdalá Bucaram, Jamil Mahuad o Lucio Gutiérrez en Ecuador.

Cuando el gobierno logra retirar al dirigente Alberto Pizango de escena, la temperatura de las declaraciones de dirigentes nativos que lo reemplazan cambia algo. De un lado está el temor a más violencia y más represalias legales, que modera su perspectiva, y de otro el mensaje de que el gobierno va a retroceder para negociar, que produce rechazo pero crea expectativas.

Una vez más, donde impacta el retroceso de gobierno es los extremos (de la ideología o de la expectativa). Allí es donde los humalistas del Congreso, debidamente provocados por los apristas, toman la posta y tratan de convertir el hemiciclo en una suerte de Curva del diablo. Ese gambito todavía no ha terminado.

Para el gobierno todo este proceso va desembocando hasta el momento una victoria táctica (ha logrado desactivar una ofensiva social importante, y lo ha hecho al filo del abismo) y una derrota estratégica (ha comprometido sus políticas económicas centrales, y quizás sus esquemas de alianza).




fuente: http://www.larepublica.pe/observador/13/06/2009/la-aritmetica-politica-de-los-muertos
Sáb, 13/06/2009

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