sábado, abril 05, 2008

Disidencias. Caviares y macartistas - Alberto Adrianzén M.

Alberto Adrianzén M. (*)


Si algo queda claro del debate sobre el macartismo, es su propia existencia en el país. Como ejemplo no solo tenemos el reciente artículo de Mauricio Mulder en el diario Correo (1/4/2008) sino también, para sorpresa de muchos, una columna en este diario de Ángel Páez (1/4/2008) que lleva por título I Love McCarthy. Mulder insiste en algo que a estas alturas suena a burla: las diferencias entre la llamada "izquierda chola" y los "caviares", como si el gobierno aprista representara hoy a los sectores populares. Sería bueno que el congresista lea el último libro del presidente García para que tome conciencia de dos hechos: a) que milita en un partido conservador tal como señala el propio García; y b) que su supuesto izquierdismo no es otra cosa que un trasnochado velasquismo ya superado por el Apra. Mientras que Páez –que cree que hay que "amar" a McCarthy para combatir a los círculos bolivarianos– desliza la absurda tesis de que existiría una simpatía por el MRTA en aquellos que hablan de macartismo. A este paso no sería nada extraño que alguien escriba I Love Plan Cóndor ya que el "chavismo" es una corriente regional.

Sin embargo, este nuevo macartismo no se agota en estas columnas. El caso de Ernesto De la Jara es ejemplar de esta práctica persecutoria. La campaña de los diarios Expreso, Correo y La Razón contra el exdirector del IDL, ha derivado en una denuncia penal. De la Jara es denunciado por tráfico de influencias y contra la administración de justicia por el hecho de haber sido abogado de algunos presos inocentes acusados de terrorismo y miembro, después, de la Comisión de Indultos que se designó durante el gobierno de Valentín Paniagua. La nueva ministra de Justicia no ha tenido mejor idea que enviar este caso a la Contraloría, mientras que el congresista aprista Velásquez Quesquén ha pedido los expedientes de los indultados y señalado que de comprobarse los cargos en contra de De la Jara, los liberados podrían regresar a prisión. Uno de ellos es nada menos que Yehude Simon. A ello hay que sumarles los casos de Melissa Patiño, injustamente detenida, y las acusaciones de terrorismo a alcaldes y dirigentes locales que promovieron la consulta popular por el caso Majaz en Piura.


En la misma dirección apuntan las críticas a la cuestionable Oficina Nacional Anticorrupción (ONA). Todo indica que esta campaña tiene un destinatario: Ronald Gamarra que es uno de los abogados de los familiares de las víctimas de La Cantuta. Se comenta que un congresista fujimorista habría dicho que los ataques contra la ONA cesarán el día que Gamarra renuncie.

Y si bien, como dice Mirko Lauer (29/3/2008), el macartismo tiene varias fuentes: periodistas que se derechizan, fujimoristas y aliados del fujimorismo que sueñan con volver al poder, católicos fundamentalistas, tecnócratas neoliberales que creen que el Estado es botín y propiedad privada, y que cantan todos los días la letra de una salsa: "quítate tú para ponerme yo", (incluyo a los apristas), me temo que el macartismo actual va más allá de la simple bronca a los caviares. Dicho en otros términos, no es solo una vendetta política de los fujimoristas, ni un asunto de "chamba" o de control del aparato estatal por neoliberales que operan como representantes o lobbistas de los grandes intereses. El macartismo y la intolerancia actuales expresan, además de un nuevo humor "conservador" afincado sobre todo en Lima, una nueva estrategia que busca el disciplinamiento social y político de la oposición y de los sectores populares mediante el simple expediente del miedo.

Que esto sea así, no nos debe extrañar. La sociedad peruana conforme más se moderniza, más se dualiza y se polariza social, económica, cultural y políticamente. Y en una sociedad dual, como la nuestra, los excluidos, es decir, aquellos que no gozan de las bondades de la modernidad y de la modernización aparecen, simplemente, como una amenaza a los intereses, privilegios y forma de vida de los incluidos.

El macartismo peruano, es expresión de la renuncia de las elites a construir no solo una modernización y modernidad incluyentes sino también una legitimidad y un Estado democráticos, ya que han optado por enclaustrarse voluntariamente para vivir en un imaginario primer mundo. Por eso, también, el macartismo peruano, además de ser anticaviar, antiizquierdista y antichavista, tiene un sello de clase.

(*) www.albertoadrianzen.org
La Repùblica Perù

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