Paraguay, el último de los países suramericanos regido por un partido hegemónico asistió en la noche del domingo, madrugada de ayer en España, al histórico triunfo de una amplia coalición de izquierdas encabezada por el obispo Fernando Lugo (56 años). El país donde el guaraní es tan popular como el castellano tiene la oportunidad de ser conocido por el mundo tras un aislamiento que prácticamente comenzó el mismo día que fue independiente de España, hace casi 200 años. Lugo pretende construir un nuevo país, aumentar su riqueza a través de la exportación de energía eléctrica y frenar la cruel desigualdad social y la corrupción
Tal vez porque terminar con 61 años de un partido en el poder que se ha infiltrado prácticamente en todos los estratos de la Administración es algo casi imposible de hacer por la fuerza, las primeras palabras de Lugo fueron para pedir "unidad" a la hora de afrontar el cambio que se cierne sobre Paraguay. "Hago una invitación muy especial a toda la clase política, a todos sin excepción", subrayó el líder de la Alianza Patriótica para el Cambio (APC), la formación que en apenas ocho meses ha logrado tumbar al Partido Colorado.
No hubo rastro de los terroristas extranjeros que iban a quemar gasolineras y asaltar comercios nada más conocerse los resultados, tal y como había profetizado apenas 72 horas antes el mismísimo presidente de la República saliente, Nicanor Duarte. El mandatario encarnaba la imagen de la derrota colorada incluso más que la candidata oficialista. Blanca Ovelar, en un gesto que confirmó que no se iba a producir el enésimo fraude electoral, apareció ante sus entristecidos seguidores para reconocer la derrota. "Saludamos el triunfo de Fernando Lugo. El resultado es irreversible", subrayó.
Para entonces, tanto la APC como los observadores internacionales se habían movido deprisa para evitar que los resultados de las urnas fueran modificados en el recuento. Dos colombianos tuvieron un papel decisivo. La ex ministra de Exteriores María Emma Mejía, jefa de la misión de la Organización de Estados Americanos (OEA) y el ex presidente Andrés Pastrana, cabeza del equipo de la Fundación Internacional para Sistemas Electorales (IFES). Ambos habían advertido al Gobierno de la necesidad de que el primer recuento rápido de votos fuera abierto a los representantes de los partidos, para evitar la sombra de fraude.
Pero como suele suceder, el derrumbamiento de la hegemonía vino principalmente desde el interior. El ex vicepresidente Luis Castiglioni fue el dinamitero de su propio partido e hizo estallar su carga en el momento más crítico: el mediodía de la jornada electoral. Siempre existirá la incógnita de qué hubiera sucedido si Castiglioni hubiera vencido en las primarias del Partido Colorado sobre Blanca Ovelar. Castiglioni anunció la derrota colorada con las urnas abiertas.
Cerradas las urnas, con los primeros sondeos y mientras los colorados seguían peleándose, Lugo comenzaba a recibir llamadas del extranjero felicitándole por su victoria. Sus asesores lo resumían en una frase: "Paraguay por fin está en el mapa".
El Paìs.com
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